Hoy es 31 de octubre, víspera del día de los difuntos, o de todos los Santos, una fiesta de tres mil años de antigüedad “Samhaim”, que coincide a su vez con el solsticio de otoño, un día y una noche que se caracterizan por estar más cerca que nunca el mundo de los vivos y el de los difuntos, y se “puede pasar” de un mundo a otro, la magia se respira en el ambiente, mitad serio y ceremonial, en memoria de los que ya no están, y mitad festivo lúdico para festejar la dicha de estar vivos.
Al llegar los romanos se fusionan y se le llama “la fiesta de las cosechas”, en honor a la diosa “Pomana”.
Cerca del 1840, aparecen los irlandeses en América, y traen con ellos la costumbre de transportar el fuego en navíos grandes, y al no tener los mismos recurrieron a lo que crecía por esos lares, casi silvestre, las calabazas naranjas, rojas y amarillas.
Una vieja leyenda irlandesa, nos cuenta la historia de un malvado “Jack Lantern”, el hombre a quien se le prohibió la entrada al cielo y también al infierno, un personaje que hacía muchas bromas y fechorías. De tal magnitud era su habilidad que engañó varias veces al mismísimo Diablo, así fue como, dado su comportamiento, después de morir, se le cerraron las puertas del cielo, y a su vez, después de soportar sus tropelías el Diablo también le cerró las puertas del infierno.
Noche de Halloween
Patricio Moreno
La leyenda viajó con los primeros colonos hasta américa y se arraigó la típica imagen de la calabaza ahuecada y tallada con unos ojos y sonrisa siniestra, que se acrecienta dándonos más impresión aun con una vela encendida en su interior, teniendo la firme creencia y convicción que ahuyenta a los espíritus malignos que rondan en esa noche del 31 de octubre como Halloween.
Aquí, en nuestro país, debido a su origen Celta, existen numerosas tradiciones:
En Galicia, Las meigas y la santa compaña; en Asturias, en el siglo XVIII, en esa noche especial los niños paseaban por las calles con linternas en sus manos y tocaban las puertas de las casas pidiendo frutas o algo de comida.
En varios municipios de Castilla se decoraban las casas con calabazas, que se vaciaban y se tallaban unos ojos, nariz y boca que simulaban una cara, para luego poner en su interior una vela encendida. Según la tradición, éstas atraían los buenos espíritus y ahuyentaban los malos.
En incontables pueblos de Madrid las gentes se vestían de negro y tocaban unas campanillas durante la noche hasta avanzadas horas de la madrugada. En los cementerios se ponían muchas velas, se limpiaban las tumbas y se visitaban a los difuntos.
Más detalles sobre Halloween, sobre astrología, recetas etc. En el canal de YouTube de Patricio Moreno: https://www.youtube.com/c/patriciomorenoelvidentedelasestrellas/.
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