DICEN QUE es muy difícil ser original y que, en realidad, lo que elabora un
escritor es la síntesis de todo lo que ha leído, transformando ese
acervo en una nueva creación. Tal vez. Eso no exime a un plagiador con su asquerosa desfachatez de copiar y
pegar sin más y hacer pasar un texto como de cosecha propia. Es un mal hoy extendido.
Arturo Pérez-Reverte pagó 200.000 € por una condena de plagio. Sin entrar a valorar sus justificaciones sobre el tema —que puedo creérmelas— la cuestión es que este problema se ha extendido entre los autores que pueblan el ancho mundo de Internet.
Jesucristo no escribió ni una sola línea, quizá tal vez una palabra en la arena que luego el viento borró y, sin embargo, es un personaje histórico digno de admiración por su autenticidad y honradez. La literatura tan solo la contemplo como un medio para una vida buena, pero si se pervierte en la adjudicación de su autoría no siento piedad por quien intenta aprovecharse. Persisitir en refocilarse en la literatura como fin por encima de la autenticidad personal me transforma en un ser humano nada bondadoso con el engaño ni la mentira ni la manipulación. A quien plagia le pueden reclamar daños y perjuicios por apropiarse de propiedad intelectual que no es suya.
Hoy los blogs de internet son a veces fusilados impunemente, pero se les puede hacer un seguimiento a los fusiladores y ver la fecha en que se produjo la inserción de lo copiado. Es denunciable e indemnizable el robo de propiedad intelectual siempre y, desde luego, en cualquier red social, si se comprueba la pertenencia de su legítimo autor, el cual se puede identificar en cualquier momento porque queda un rastro "en caché" de quién es el propietario original de la página original (y a quién ha concedido el mismo su permiso para publicar aunque aparezca un determinado texto como anónimo) e incluso es factible si hubiese desaparecido la web completa de la nube, si no he entendio mal a los especialistas informáticos, ya que se puede rastrear técnicamente y por imperativo legal de las disposiciones de delitos cibernéticos.
Vergüenza ajena me produce el robo de propiedad intelectual. En todo caso, llegar a descubrir quién a copiado a quién es relativamente fácil si el plagiado se empeña.
Arturo Pérez-Reverte pagó 200.000 € por una condena de plagio. Sin entrar a valorar sus justificaciones sobre el tema —que puedo creérmelas— la cuestión es que este problema se ha extendido entre los autores que pueblan el ancho mundo de Internet.
Jesucristo no escribió ni una sola línea, quizá tal vez una palabra en la arena que luego el viento borró y, sin embargo, es un personaje histórico digno de admiración por su autenticidad y honradez. La literatura tan solo la contemplo como un medio para una vida buena, pero si se pervierte en la adjudicación de su autoría no siento piedad por quien intenta aprovecharse. Persisitir en refocilarse en la literatura como fin por encima de la autenticidad personal me transforma en un ser humano nada bondadoso con el engaño ni la mentira ni la manipulación. A quien plagia le pueden reclamar daños y perjuicios por apropiarse de propiedad intelectual que no es suya.
Hoy los blogs de internet son a veces fusilados impunemente, pero se les puede hacer un seguimiento a los fusiladores y ver la fecha en que se produjo la inserción de lo copiado. Es denunciable e indemnizable el robo de propiedad intelectual siempre y, desde luego, en cualquier red social, si se comprueba la pertenencia de su legítimo autor, el cual se puede identificar en cualquier momento porque queda un rastro "en caché" de quién es el propietario original de la página original (y a quién ha concedido el mismo su permiso para publicar aunque aparezca un determinado texto como anónimo) e incluso es factible si hubiese desaparecido la web completa de la nube, si no he entendio mal a los especialistas informáticos, ya que se puede rastrear técnicamente y por imperativo legal de las disposiciones de delitos cibernéticos.
Vergüenza ajena me produce el robo de propiedad intelectual. En todo caso, llegar a descubrir quién a copiado a quién es relativamente fácil si el plagiado se empeña.