LAS REDES sociales está claro que han disparado la creatividad del conjunto de los usuarios. Soy muy favorable a ellas. Cuando no existía Internet lo de escribir a máquina, la mecanografía, parecía técnica difícil y apta para unos pocos. Hoy se ha socializado, casi todo el mundo sabe teclear más o menos ágilmente y crear un texto aceptable. Si bien es verdad que gran parte de esta afloración espontánea y desperdigada de literatura nace de un narcisismo, luego puede ir creciendo y convertirse en una nueva herramienta para comunicarse mejor.
Cada vez son más las personas que realizan demostraciones apasionadas en los foros de Internet, desde el vaivén de la crítica chabacana, o bien ridícula, a la muy acertada, o bien agresiva y confeccionada de manera hiriente, coexistiendo todas con la diametralidad del arte en ciernes más puro, o del intimismo más profundo. En todo caso, creo que pensar qué comunicar a un público heterogéneo o próximo, en esos círculos de las redes sociales, proporciona a la sociedad buenos principios de honestidad y la práctica de un diálogo enriquecedor, además de incrementar una justicia cultural y un nuevo interés por descubrir facetas del conocimiento. Todo el mundo está de acuerdo en que Internet ha socializado la sabiduría, pero también lima las asperezas de la incompresión y crea lazos más auténticos entre las personas que participan.
La cibernética ha proporcionado a la humanidad una forma más sabrosa de aprender y relacionarse. La páginas de Internet son como las cerezas: tiras de una y salen otras. Parafraseando a Pablo Neruda, las nuevas tecnologías hacen con las mentes lo que la primavera hace con los cerezos. Circula la comunicación por ellas como la savia por esos árboles hasta las puntas de cada rama, con un recorrido eléctrico que hace estallar a los cerezos, en principio reacios a despedezarse y cambiar. Pero tras este brote incontrolable ven en todos sus dedos flores hermosas de las que brotan palabras que son tecleadas por billones cada día a través de los ordenadores.
Cada vez son más las personas que realizan demostraciones apasionadas en los foros de Internet, desde el vaivén de la crítica chabacana, o bien ridícula, a la muy acertada, o bien agresiva y confeccionada de manera hiriente, coexistiendo todas con la diametralidad del arte en ciernes más puro, o del intimismo más profundo. En todo caso, creo que pensar qué comunicar a un público heterogéneo o próximo, en esos círculos de las redes sociales, proporciona a la sociedad buenos principios de honestidad y la práctica de un diálogo enriquecedor, además de incrementar una justicia cultural y un nuevo interés por descubrir facetas del conocimiento. Todo el mundo está de acuerdo en que Internet ha socializado la sabiduría, pero también lima las asperezas de la incompresión y crea lazos más auténticos entre las personas que participan.
La cibernética ha proporcionado a la humanidad una forma más sabrosa de aprender y relacionarse. La páginas de Internet son como las cerezas: tiras de una y salen otras. Parafraseando a Pablo Neruda, las nuevas tecnologías hacen con las mentes lo que la primavera hace con los cerezos. Circula la comunicación por ellas como la savia por esos árboles hasta las puntas de cada rama, con un recorrido eléctrico que hace estallar a los cerezos, en principio reacios a despedezarse y cambiar. Pero tras este brote incontrolable ven en todos sus dedos flores hermosas de las que brotan palabras que son tecleadas por billones cada día a través de los ordenadores.