HAY OBSERVADORES políticos que están convencidos de la proximidad de una tercera guerra mundial. Los acontecimientos en Ucrania, Crimea y Rusia podrían allanar el camino para esa gran tragedia. Incluso el primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, ha asegurado que Rusia está interesada en que se desate el conflicto bélico planetario. También se critica, por otro lado, que EEUU quizá necesite una justificación para solventar la crisis que atenaza a grandes potencias. Las naciones del mundo se sienten presionadas por sus gobernantes. Si los tornillos se aprietan demasiado, es fácil que dejen de cumplir su función y aflojen. Las sociedades, del mismo modo, son como grandes organismos que van absorbiendo sus dolencias y de alguna manera se van adaptando a las nuevas situaciones. La inadaptación puede resolverse con la exclusión; quizá de ahí el incremento del número de suicidios. A la muchedumbre le queda la protesta social, que viene a ser un puente hacia el desahogo, un mecanismo que solo facilita esa adaptación. Si, con la que está cayendo, el mundo se conforma y se acomoda a eso dará pie a que provoquen la guerra los grandes intereses comerciales, sin contar con la equidad mundial. Los drásticos cambios sociales en la historia de la humanidad siempre se han producido de forma cruenta, pero en la modernidad es el dominio de las voluntades y de la esfera conformista de la mente lo que mantiene ese estatus de la oligarquía perniciosa. Las transformaciones se darán por imperceptibles mutaciones educacionales, psicológicas y subliminales que aporten visos de ser más ventajosas y prevalezcan en ese devenir adaptativo. Pero nada es seguro y el mundo camina sobre las ascuas de un futuro incierto. El victimismo no es buen consejero, sino la decisión por encontrar el consenso mundial a través de la renovación de ideas y de ser conscientes de que la asunción de situaciones patológicas se combate con pensamiento creativo que introduzca en las naciones una confianza renovada, unos hábitos y unas pautas que favorezcan las condiciones de bienestar social y, sobre todo, eviten una guerra tan devastadora.
Juan Carlos YAGO |
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