¿Para qué realizar grandes obras, si tan solo se trata de seguir? Existen muchas genialidades ya escritas, ya erigidas, ya realizadas. Si yo no voy a aportar algo especialmente original y arrebatador —lo nunca escrito— no es disparatado mantener una discreta línea, este contar y seguir, contemplar y comentar, dejar rastro de lo destacable y ensalzar lo que puede ayudar al camino de la libertad de todos. Y esa es mi denodada lidia diaria, la que recrea, la que plantea, la que habla de escenarios donde acontece la vida de los seres humanos y propone otros nuevos, erosionando el conservadurismo pernicioso que anestesia a la imaginación, utilizándola en el presente, disfrutando del cotidiano galopar, sintiendo este presente sin sacrificarlo, con la recompensa de la satisfacción misma en lo que se realiza.
Es el hedonismo práctico carente de ataduras emocionales y de sumisión a forjadas premisas filosóficas; aspirar a lo genuino comprometido con el momento social, pero sabiendo que lo importante es mantener la propia calidad existencial, sin dejarse influir por el juicio social, sino tener en cuenta las necesidades de la colectividad para actuar en consecuencia y favorecer el camino de la humanidad. He aprendido a ser libre, pero necesito de la sociedad. Mi lucha es la libertad, la mía y la de todos. Y lucho precisamente porque soy libre. ¿Dejar huella? La que queda en mí mismo de la libertad.