MONARQUÍA, anarquía, jerarquía, oligarquía... son palabras que tienen la misma raíz griega, αρχία, que significa ser el primero, mandar. Haciendo un leve repaso a la historia del mundo, se puede comprobar que es bastante difícil una sociedad sin "primeros", sin jefes. Todo aquello digno de mención lo realiza algún individuo, alguien que sobresale y está más capacitado que los demás, pero sin los cuales tampoco es realizable. El rumbo de la humanidad lo marcan los líderes, y creo que los necesita la sociedad actual para acabar con los graves problemas de falta de equidad y de distribución de la riqueza que nos acucian. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y que la fe mueve montañas. Precisamente la confianza y la fe son virtudes de la persona que quiere gobernar un grupo, un equipo, una organización, un país. Suele hacer rápida elección de las decisiones más adecuadas, transmitiendo energía a sus congéneres. Su entusiasmo y su convencimiento son admirables y las personas se ven reflejadas en ese líder, confían en él y necesitan que de alguna manera les diga lo que tienen que hacer. Todo el mundo sigue a alguien, la sociedad normalmente se organiza así y más hoy, comprobado con la furibundia del fútbol y con debates tan acalorados como el apuntado, el de monarquía o república. Normalmente extrañaría la inexistencia de jefes, cosa de esos raros anarquistas. Hasta el 15M —que presumía de ausencia de mandamases— ha desvelado ahora uno de sus líderes, Pablo Iglesias, y gracias a ello y a la composición de una lista se ha podido votar y sacar adelante esa opción. Y en esas estamos, si Felipe VI puede ser o no un líder útil. Se opina mucho y se trata el tema en todo momento. Y esto tiene un riesgo también: el de la saturación. El público llega a saciarse, el exceso de información y de análisis hace que se produzca un hartazgo en la opinión pública que cede a lo establecido, a lo que propugna el devenir de los hechos y la inercia de los derechos adquiridos. Con lo cual llega un momento en que se evapora el furor que lucha a contracorriente y triunfa el afán del líder que pretende seguir siéndolo. Así que, como habrán deducido, tendremos monarquía para rato.
Juan Carlos YAGO |
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