EL SISTEMA electoral garantiza que los partidos que ganan más escaños gobernarán la Eurocámara, pero está claro que los resultados del escrutinio en las elecciones europeas han supuesto un batacazo para el bipartidismo. PP y PSOE juntos superan por poco la mitad de los escaños, mientras el resto (IU, Podemos, UPyD, CEU, EPDD, C's, Primavera Europea) cuentan juntos con un bagaje de votos nada despreciable; es más, contundente. Son directamente una ululante y abarcadora presencia capaz de modificar la pesadez de lo establecido, la inercia de lo acostumbrado. Es una victoria con enjundia frente a la victoria pírrica de los "grandes" partidos, moles titánicas que corren el riesgo de convertirse en un futuro próximo en fantasmagorías, también amparadas en la ley de D'Hondt, fórmula que permite obtener el número de cargos electos asignados a las candidaturas en proporción a los votos conseguidos, seguramente injusta a veces. En todo caso, lo que cabe destacar es la sorprendente conquista práctica de nuevos partidos y el considerable aumento de las opciones más minoritarias. Son agrupaciones sin las manos atadas, sin esos problemas de la socialdemocracia donde las prácticas de gobierno no responden a las expectativas e ilusiones del electorado. Podemos o Ciudadanos, por ejemplo, brotan del fragor de la democracia, están integrados por auténticos entusiastas, personas que no conocen la dictadura, que han nacido en la democracia y su generación se fragua en los movimientos sociales más en boga; y con otra peculiaridad: pululan y ululan gracias a las redes sociales de Internet, son parte importante de las mismas, en una labor ingente de ejército de hormigas capaces de afrontar el cambio sistémico. Es decir, representan la modernidad más floreciente y combativa que tan nerviosos les pone a quienes creen que solo es necesario luchar por mantener su estatus como lo han hecho hasta ahora, obviando temas tan importantes como la solidaridad.
Juan Carlos YAGO |
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