NO SIEMPRE es mala cosa permanecer mudos, aunque pequemos de enigmáticos. "Sólo el misterio nos hace vivir", decía Federico García Lorca. Por otro lado, quien más habla tampoco tiene garantizado conseguir mejor lo que se propone. ¿De qué puede servir el silencio? Creo que es muy valioso en determinadas ocasiones y, también, que es donde nace la paz interior y en cuyo seno podemos reflexionar y encontrarnos con nosotros mismos. El silencio y uno de sus productos, la paz interior, nos permiten enriquecer las sensaciones importantes de la vida y destacar lo que más nos conviene. Incluso aporta bienestar y salud. El silencio es fundamental para la meditación, y la meditación aporta serenidad, religándonos con nuestra fase transcendental. El silencio positivo es aquel que nos sumerge en la vitalidad del día o de la noche para sentir intensamente la magia de la existencia. Y también es comunicación. En la escritura musical se representa y se mide con una figura, y en la lingüística, con los puntos suspensivos, que pueden poseer, bien su propio valor cualitativo, o bien, reforzar las palabras antecedentes o las que se van a producir. Soy de aquellos que si no tienen nada que expresar, callan. Cuando, por ejemplo, en medio de una discusión se hace hueco un amplio silencio —inquietante siempre— saber usarlo es un arte que la mayoría no sabe dominar sin ensombrecer la situación, precipitándose en la palabrería o todo lo contrario, con ese temor a ser el primero en pronunciar ese vocablo justo que le sentencie, que haga desequilibrar en su contra esa razón que tanto nos gusta tener. El mutismo puede ser un cobijo, un carcelero o la victoria. En su seno, desvelamos nuestro pesar o nuestro contento. Son importantes las pausas, muy significativas. Un silencio puede ser la conminación a una respuesta o el anticipo de algo maravilloso (un beso genial, una actitud favorable) o de un inevitable derrumbamiento psicológico, una ruptura... El mutismo puede delatar o aclarar más que mil palabras. Llegar a manejar los silencios para armonizar la convivencia es una estupenda habilidad.
Juan Carlos YAGO |
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