EL ÚLTIMO maratón de Valencia, ciudad por excelencia del 'running', ha resultado un éxito apoteósico en el que han participado más de 25.000 corredores de diversos países, y concretamente 2.700 extranjeros, italianos, belgas, británicos, holandeses, entre otros y, destacados por las circunstancias, 500 franceses registrados, según el cómputo de la Organización patrocinada por la Fundación Trinidad Alfonso. El sentimiento de estos últimos, lejos de París y fuera de su nación, ha sido aireado en las entrevistas y reportajes de prensa locales.
Los corredores franceses experimentaron la calidez de la Luna mora de Valencia este domingo; y más que nunca su corazón consolaba a su nación tras los graves atentados yihadistas del viernes. Corrieron con el ímpetu originario del soldado griego, en el año 490 a. C., para comunicar la victoria sobre los persas, aunque ninguno de ellos ganó el maratón valenciano, de fama internacional.
¿Cómo puede haber mentes religiosas o políticas dirigentes que envíen a jóvenes terroristas a perpetrar atentados como el de la noche del viernes 13 de noviembre? ¿Por qué el yihadismo no lo ejecutan ellos mismos, los que propugnan desde sus estrados la ideología? ¿Por qué nunca se inmolan esos sabios?
Confieso que hoy al despertar en Levante me sentí —paradójicamente en una ciudad sin problemas de seguridad ciudadana, sin apenas vándalos— atemorizado por lo que escuchaba en los teletipos de las agencias y en la radio con criterios alarmantes de que España estaba en alerta cuatro por el terrorismo. Contemplo las gárgolas valencianas del Puente del Reino tan similares a las de Nôtre Dame de París y sentí un escalofrío: la amenaza de una Tercera Guerra Mundial. Es decir, aquí mismo, desolación y sangre, lo que está ocurriendo en Oriente Próximo. Los que huyen de Siria también se pueden preguntar, como dice Antonio Gala, "después del duro éxodo, represión y pobreza: ¿eso era el Norte?" ¿Tenemos Norte? Los buenos luchamos mientras los mediocres vociferan o toman las armas, acuchillan, se inmolan. La mayoría de la gente quiere vivir. Admiro a quienes saben más vivir, a pesar de que pretendan nublarnos el Norte.
Los corredores franceses experimentaron la calidez de la Luna mora de Valencia este domingo; y más que nunca su corazón consolaba a su nación tras los graves atentados yihadistas del viernes. Corrieron con el ímpetu originario del soldado griego, en el año 490 a. C., para comunicar la victoria sobre los persas, aunque ninguno de ellos ganó el maratón valenciano, de fama internacional.
¿Cómo puede haber mentes religiosas o políticas dirigentes que envíen a jóvenes terroristas a perpetrar atentados como el de la noche del viernes 13 de noviembre? ¿Por qué el yihadismo no lo ejecutan ellos mismos, los que propugnan desde sus estrados la ideología? ¿Por qué nunca se inmolan esos sabios?
Confieso que hoy al despertar en Levante me sentí —paradójicamente en una ciudad sin problemas de seguridad ciudadana, sin apenas vándalos— atemorizado por lo que escuchaba en los teletipos de las agencias y en la radio con criterios alarmantes de que España estaba en alerta cuatro por el terrorismo. Contemplo las gárgolas valencianas del Puente del Reino tan similares a las de Nôtre Dame de París y sentí un escalofrío: la amenaza de una Tercera Guerra Mundial. Es decir, aquí mismo, desolación y sangre, lo que está ocurriendo en Oriente Próximo. Los que huyen de Siria también se pueden preguntar, como dice Antonio Gala, "después del duro éxodo, represión y pobreza: ¿eso era el Norte?" ¿Tenemos Norte? Los buenos luchamos mientras los mediocres vociferan o toman las armas, acuchillan, se inmolan. La mayoría de la gente quiere vivir. Admiro a quienes saben más vivir, a pesar de que pretendan nublarnos el Norte.