ME PREGUNTAN por qué no estoy escribiendo en mi Columna sobre el ébola. La respuesta es sencilla: ya se hace en exceso; todo el mundo opina y ¿quién da en el clavo? La saturación informativa va a desaparecer con la misma virulencia que ahora se vive. Pero en la conciencia global queda algo grave: la fragilidad social y la predisposición a la sumisión humana bajo la bota de una oligarquía casi invisible que provoca privaciones para mantener sus prerrogativas mundiales.
Ha habido muchos más muertos por legionela en España durante estos días, una enfermedad tan antigua como el ébola, y no tiene esa sobrevaloración mediática. Poderosos trusts financiero-filosóficos tipo Club Bilderberg y similares es probable que estén detrás no solo de la manipulación periodística, sino del origen del propio virus. De un país como África, tan exuberante de recursos, nos inculcan que viene todo lo malo; y del mismo las grandes potencias se llevan todo lo bueno —minerales para la tecnología, diamantes, materias primas, distintas producciones agrarias, etcétera— esquilmado el continente, arrasando con fauna y flora, contaminando con el consumismo atroz de un sistema caduco que morirá por fin con la celebración del día mundial del planeta, focalizado en una globalización auténtica, piedra de concienciación colectiva internacional.
Ya hoy, en casi sesenta países del mundo (incluido EEUU), festejan el Día de la Raza, remembranza de la primera globalización que tanto transformó en todos los aspectos al mundo. Y va a volver a sacudirlo inevitablemente. ¿Mundialización del ébola, o bien, de la salud integral? Si el ébola se puede globalizar, también el que ningún ser humano muera por enfermedad curable. Y esto es posible solamente con la integración universal, con la instauración de un nuevo sistema mundial cuyo nombre surgirá de forma natural que acogerá a todas las civilizaciones en una idea colectiva de carácter plural y funcional, respetando cada cultura del mundo.
Ha habido muchos más muertos por legionela en España durante estos días, una enfermedad tan antigua como el ébola, y no tiene esa sobrevaloración mediática. Poderosos trusts financiero-filosóficos tipo Club Bilderberg y similares es probable que estén detrás no solo de la manipulación periodística, sino del origen del propio virus. De un país como África, tan exuberante de recursos, nos inculcan que viene todo lo malo; y del mismo las grandes potencias se llevan todo lo bueno —minerales para la tecnología, diamantes, materias primas, distintas producciones agrarias, etcétera— esquilmado el continente, arrasando con fauna y flora, contaminando con el consumismo atroz de un sistema caduco que morirá por fin con la celebración del día mundial del planeta, focalizado en una globalización auténtica, piedra de concienciación colectiva internacional.
Ya hoy, en casi sesenta países del mundo (incluido EEUU), festejan el Día de la Raza, remembranza de la primera globalización que tanto transformó en todos los aspectos al mundo. Y va a volver a sacudirlo inevitablemente. ¿Mundialización del ébola, o bien, de la salud integral? Si el ébola se puede globalizar, también el que ningún ser humano muera por enfermedad curable. Y esto es posible solamente con la integración universal, con la instauración de un nuevo sistema mundial cuyo nombre surgirá de forma natural que acogerá a todas las civilizaciones en una idea colectiva de carácter plural y funcional, respetando cada cultura del mundo.