RECONOZCO que soy un columnista del montón. Parecemos individuos del hormiguero de la escritura en los medios. Por otro lado, no soy un gran poeta tampoco, aunque el único libro que publiqué se agotó enseguida. Suelen decir que escribo bien, que llega. Cumplo una función y me da satisfacciones. En esta semana, estoy de viajes y gestiones, con escaso tiempo para cubrir mi columna de rabiosa actualidad. Me han recordado algo que escribieron sobre mí. Dispénseme la licencia. «La memoria, analiza Alfonso García, es un don capaz de desvelar ciertos secretos al menos del hombre y su camino. El de Juan Carlos Yago, enraizado siempre en el periodismo vocacional, en lo literario y en la poesía desde visiones abarcadoras y universales fue —y es en él— un camino de compromiso: “Cada día que pasa es más pleno, / la experiencia, don de fruta lozana…” (extracto de sus textos más volanderos). Pero lo es, ante todo, porque su actitud vital se encara a lo superficial, a lo anecdótico, contra el gozo exclusivo del color. “De la cátedra apariencia huyo / en busca de voz auténtica”, escribía. Y escribe en el presente haciendo acopio de sentires y sentimientos, de melancolías y de amores, del tiempo y la reflexión que su paso conlleva, del mundo ancho y de sus alegrías, de rubores y bellezas escondidas, de dolores que el amor provoca y de intimidades que sólo la palabra esconde. Pero escribe —y esto siempre supone el don de la esperanza— con la mirada y la palabra puesta en el futuro: “Proclamo que la vida es bella / y abrazo una provocadora utopía”. Esta declaración rotunda de intenciones está anclada en la más ferviente actitud poética. Sobre todo, porque Yago es un creador que busca —hasta en el ejercicio del articulismo— la utopía en un mundo que parece dar la espalda a las realidades ideales. O a los sueños. Me quedo siempre con los que aspiran a mundos seguramente imposibles, pero hermosos. Son los que mantienen el pulso de la vida, de la poesía, de la palabra.»
BALCÓN GLOBAL
Juan Carlos YAGO |
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