Hay cosas en la vida que, precisamente por no tener precio, no se deben pagar. Del mismo modo que todos nacemos en cualquier lugar, el agua de cualquier parte del mundo es de todos y cada uno de los más de siete mil millones de seres humanos que habitamos la Tierra. Y no del control de unos pocos. Unicef ha elaborado un estudio que indica que las mujeres y niñas de los países en desarrollo caminan un promedio de seis kilómetros diarios para trasladar 20 litros de agua y son muchos los países que sufren su escasez. Nuestro planeta contiene aproximadamente 1,4 millones de kilómetros cúbicos de agua, pero alrededor del 97,4% restante están encerrados en casquetes polares y glaciares. El agua dulce disponible se reduce al 0,001 por ciento del total. La cuestión es clara: quien domine el uso del agua, dispondrá de un gran poder, ya que es un elemento primordial para la vida.
El número de personas que no pueden acceder al agua potable se calcula en mil cien millones y dos mil seiscientos millones los que no disponen de saneamiento básico. Es decir, la mitad de la población mundial sufre limitaciones muy graves al no disponer con normalidad del líquido elemento, lo cual a su vez mengua su calidad de vida y es el primer y gran inconveniente para erradicar la pobreza, la enfermedad y el subdesarrollo. Un bien de todos que no debe ser negocio.