LA RISA es una medicina, un gesto natural de lo más saludable; divertirse cada día, un seguro de vida. Y no hay nada más divertido que hablar en broma de aquello que nadie sospecharía que fuese divertido. Digan lo que quieran los herederos de quienes prohibían la hilaridad en la época en que estaba perseguida por la Iglesia, no hay nada más sano, vivificante y humano que desternillarse; cuanto más, mejor. Esbozar sonrisas por dentro y por fuera es óptimo para el corazón, las arterias, los pulmones y la cabeza. También restablece el equilibrio interno del cuerpo y supone un ejercicio indispensable para desbloquear los músculos de la cara y, de paso, reírse de la vida y, por qué no, de uno mismo; esto último proporciona una liberación que hace superarnos.
Estimule a menudo su sentido del humor o practique risoterapia. Saboree la ironía y la agudeza crítica; incluso introdúzcase sin reparos en el más refinado sarcasmo. El humor predispone al amor y es una llave infalible para abrir almas, cuerpos y voluntades. La jovialidad corroe la violencia, es la sonrisa de una desilusión que hace olvidarla para encaminarnos hacia la fortaleza de la esperanza. El humor es levadura de la vida y, sin él, seguramente nuestras almas no sabrían desaprisionarse de las muchas ataduras que la modernidad impone. Hay tribus primitivas que lo saben bien, por lo que se ríen y bromean entre ellos pellizcando a sus animales sagrados. A veces nuestro "primer" mundo tan modernizado está demasiado encorsetado, siguiendo estereotipos brutalmente aburridos y mortíferos, en el que el arte de saber reírse de uno mismo y los demás es una gracia congénita reservada sólo unos pocos. Esos afortunados saben que el sentido del humor es un delicioso elixir con el que premiar al cuerpo para alcanzar la eterna juventud; un elixir que reduce los problemas a un tamaño manejable y que nos permite verlos en su perspectiva más racional y sencilla para solucionarlos con total diligencia.
Estimule a menudo su sentido del humor o practique risoterapia. Saboree la ironía y la agudeza crítica; incluso introdúzcase sin reparos en el más refinado sarcasmo. El humor predispone al amor y es una llave infalible para abrir almas, cuerpos y voluntades. La jovialidad corroe la violencia, es la sonrisa de una desilusión que hace olvidarla para encaminarnos hacia la fortaleza de la esperanza. El humor es levadura de la vida y, sin él, seguramente nuestras almas no sabrían desaprisionarse de las muchas ataduras que la modernidad impone. Hay tribus primitivas que lo saben bien, por lo que se ríen y bromean entre ellos pellizcando a sus animales sagrados. A veces nuestro "primer" mundo tan modernizado está demasiado encorsetado, siguiendo estereotipos brutalmente aburridos y mortíferos, en el que el arte de saber reírse de uno mismo y los demás es una gracia congénita reservada sólo unos pocos. Esos afortunados saben que el sentido del humor es un delicioso elixir con el que premiar al cuerpo para alcanzar la eterna juventud; un elixir que reduce los problemas a un tamaño manejable y que nos permite verlos en su perspectiva más racional y sencilla para solucionarlos con total diligencia.