Los incendios forestales han quemado más de 392 000 hectáreas en España este año, con ocho víctimas mortales, 79 personas heridas y más de 42 000 evacuados de sus viviendas. Estos datos han posicionado este año como el peor de los dos últimos siglos, solo por detrás de 1994 en superficie quemada, cuando ardieron 437 000 ha. En este contexto, WWF publica su informe "Restauración de zonas incendiadas", fruto de más de 20 años de experiencia, en el que propone que una restauración eficaz de los ecosistemas puede ser una herramienta clave de prevención, generando paisajes más diversos, rentables, mejor adaptados al cambio climático y menos vulnerables a incendios de alta intensidad en el futuro.
Las consecuencias de los incendios forestales han tomado una relevancia especialmente preocupante este verano a nivel global, pero aún más grave en el arco mediterráneo y en España. A pesar de que no se trate de un problema nuevo, los datos demuestran que los incendios son cada vez más intensos y extremos, elevando la crisis social y ambiental, lo que subraya la necesidad de apostar por la prevención para adaptar el paisaje ante el nuevo contexto climático.
Diagnóstico: más Grandes Incendios Forestales, simultáneos y voraces
Este verano, aunque el número total de siniestros ha sido menor, con 7451 en 2025 frente a los 8430 registrados de media en los últimos 10 años, preocupa el incremento de Grandes Incendios Forestales (GIF) –aquellos que queman más de 500 ha- que han ascendido a 65 en total, cuando la media de los últimos 20 años era de 21. Muchos de estos GIF han sido tan voraces que se han convertido en inextinguibles y han supuesto el 87,5 % del total de la superficie afectada.

En apenas 15 días del mes de agosto, se estima que se quemó entre el 80 % y el 90 % del total de la superficie quemada y, de ésta, el 45 % del espacio afectado tiene alguna figura de protección.
Las provincias del noroeste de España han sido las más afectadas -tal como advertía el Informe "Polvorín del Noroeste" de WWF en 2018- concentrando buena parte de los GIF y el 80 % del total de la superficie quemada: un 30 % en León, un 29 % en Ourense, un 10 % en Zamora, y un 10 % en Cáceres.
Otra característica preocupante del contexto de este verano ha sido la simultaneidad en que han ocurrido estos incendios. Llegó a haber hasta 18 incendios activos de más de 500 hectáreas al mismo tiempo, lo que complica enormemente su gestión. Ante esta situación, los medios quedan saturados, la evacuación de la población es más compleja, los daños se extienden más rápido y la capacidad de control disminuye.
Estos incendios extremos evidencian una triple crisis: climática —marcada por altas temperaturas, sequías y olas de calor prolongadas— y territorial —agravada por el abandono rural y la acumulación de combustible en el campo—. A ello se suma una crisis social, con una preocupante falta de prevención real y acción colectiva frente a los incendios forestales.
La restauración ecológica, una herramienta para la prevención de incendios futuros
Basándose en más de dos décadas de experiencia en la gestión y análisis de incendios forestales, WWF publica su informe "Restauración de zonas incendiadas" en el que apuesta por la restauración ecológica eficaz como pieza central de la prevención. Esta restauración debe partir de un diagnóstico riguroso y orientado a transformar el paisaje hacia modelos más resilientes, diversos y sostenibles ante los potenciales incendios de alta intensidad en el futuro, evitando daños adicionales y priorizando las zonas más sensibles.
El documento detalla todas las fases que debe recorrer una restauración para que sea efectiva, desde la evaluación urgente de los impactos y riesgos, incluida la identificación de áreas vulnerables, hasta el diseño de medidas de emergencia que estabilicen el suelo sin crear infraestructuras permanentes o impactos innecesarios, pasando por actuaciones destinadas a favorecer la regeneración natural. Todo ello culmina en una planificación a largo plazo que incorpore seguimiento, evaluación y adaptación continua.
Entre las principales recomendaciones, WWF destaca la necesidad de que las administraciones públicas lideren este proceso dotándolo de recursos, coordinación y voluntad política. Además, insiste en que la restauración solo será eficaz si se basa en la ciencia, cuenta con comités técnico-científicos, incorpora procesos participativos y se integra en un modelo de gestión del territorio que priorice la prevención, la resiliencia y la sostenibilidad, tal y como exige el nuevo contexto de incendios extremos.
Respecto a las actuaciones de emergencia, aquellas encaminadas a minimizar procesos erosivos y plagas, WWF recuerda la importancia de que estén bien planificadas, acordes a la evaluación de los riesgos y los daños reales. En líneas generales, debe evitarse el arrastre de madera quemada, minimizar la apertura y extensión de las vías de saca, asegurando que tengan un carácter temporal para evitar la creación de caminos permanentes en zonas sensibles, estableciendo zonas de protección alrededor de cursos de agua. Además, deben ser acometidas en los plazos temporales recomendados para asegurar su eficacia.
Por último, y con el fin de que la restauración ecológica tome la relevancia que merece y sea una herramienta efectiva para recuperar espacios degradados, WWF urge al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y a las Comunidades Autónomas a acelerar la elaboración del Plan Nacional de Restauración de la Naturaleza, y que sea participado, tenga ambición real y financiación firme.





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