LO PEOR de muchas noticias del mundo es que conviven tan natural y mostrencamente en las sociedades que configuran una miscelánea difusa que las normaliza. Oír decir a un jefe de terroristas que el atentado a las Torres Gemelas era necesario o que entrenan a radicales para cometer más atentados lógicamente escandaliza a cualquiera y hace sonar las alarmas de la Policía, como ha ocurrido ahora, si los medios delimitan y destacan su amenazante existencia, la barbarie de sus postulados. Nos congratulamos del desmantelamiento de la red que se dedicaba a la captación y envío de yihadistas para su integración en la organización terrorista Estado Islámico de Irak que luego querían enviar a Siria e Irak. Solían entrenarse para esa terrorífica labor en una finca situada en la localidad abulense de Santa Cruz de Pinares. Su característica principal es su convicción hasta el punto de morir por ella, ya que serán premiados en el cielo con doncellas y placeres, por ejemplo. El fanatismo religioso es su mayor arma, fervor muy bien manejado por "mensajeros" y mediadores. Ese peligro es, en ellos, tan fácil como apretar el percutor de un arma, pero también en cualquiera lo puede ser, usar a Dios y esa arrogancia que provoca creernos poseedores de la verdad absoluta que lleva a una actitud de exclusivismo, triunfalismo y superioridad y que se expande con la captación de adeptos para subyugar luego a todos los demás, sometiéndoles a sus postulados. La prepotencia, el menosprecio y la intolerancia han sido históricamente la mecha encendida de persecuciones, atentados y exterminación del ser humano. El no fundamentalista se basa en el consenso y en el entendimiento de persona razonable que puede mantener una postura de desacuerdo en muchos temas pero siempre es capaz de reconocer que solo algunos muy claves merecen la dedicación y el entusiasmo defensor resuelto. Sabrá tolerar errores menores y evitar la confrontación combativa que aportaría males mayores. El fundamentalista, en cambio, es capaz de producir violencia e incluso dar la vida o exigirla por un objetivo concreto, con la idea de que el fin justifica los medios.
Juan Carlos YAGO |
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