NO SOLO las noticias, sino lo bueno y lo malo en su conjunto nacen
en cualquier lugar pero se expanden, hoy por hoy, con la misma
intensidad que en su zona de origen. La aldea global es un hecho no
solo periodístico sino vivencial en todos los ámbitos,
desde las modas a la práctica de vida funcional, pasando por la
situación sanitaria de grupos e incluso individuos. Las fronteras,
en casi todo el planeta, se están convirtiendo nada más que en un
trazo figurativo que poco impide el paso de acontecimientos,
enfermedades e innovaciones tanto beneficiosos como todo lo contrario, demostrando cada vez más
que el género humano —tomado planetariamente— goza y sufre de una
interdependencia jamás conocida, y congrega de forma natural a los grupos definidos bajo los distintos Estados (unos
204), superando su influencia y su radio de acción.
La civilización
universal, así vista, es única (aparte de ser proclive a una mayor unidad, más racional y eficaz) y también superior en cantidad y calidad, en todos los aspectos, a la
suma de todas las naciones, con lo cual sería imposible gobernar el
mundo por meros convenios entre todos los Estados. El objetivo de
estos es satisfacer el mayor número posible de necesidades sociales, con un ordenamiento jurídico exhaustivo; se portan de
modo instrumental, es decir, sin un fin natural, el cual puede ser
cubierto por entidades y sociedades subsidiarias. Todo país comenzó a constuirse
en un determinado momento, pero por la misma dinámica puede abdicar de su
esencia, dejar de ser. No son exigencias humanas naturales los Estados; son cambiantes en su proceso de crecimiento. Y se portan rígidamente como
instrumentos para una organización política y jerárquica. No así, en la actualidad, la comunidad humana
universal ni la célula familar, que tan solo se desarrollan
satisfaciendo algunas necesidades básicas del ser humano, tales como
el mismo hálito de sentir y/o el amor, para proporcionarnos luego la
autonomía personal que puede permitirnos vivir en cualquier lugar. El concepto de Estados, por un lado y el de comunidad humana y familia, por otro, tienen en común el territorio, el espacio, cualquiera que
sea, pero tanto la unidad más básica o familiar como la gran
comunidad mundial no son básicamente territoriales como lo
son los Estados. Es necesario ver la diferencia, porque otro día, en una segunda entrega, trataré de demostrar la importancia del momento simbólico y decisivo de la Globalización Auténtica.
Ahí radica la razón del nuevo sistema mundial incipiente y que se está generando de forma casi espontánea, por la dinámica y la altura de los tiempos —todo lo contrario del llamado "nuevo orden mundial" que es artificial y forzado, el que quiere imponer una oligarquía interesada—, sobrevenido de forma tan natural como brota la vida, debido a la creciente y novedosa situación internacional de interdependencia humana. Sistema que aún no está bautizado, cuyo embrión vivimos todos los habitantes del planeta en estos cruciales años.
Ahí radica la razón del nuevo sistema mundial incipiente y que se está generando de forma casi espontánea, por la dinámica y la altura de los tiempos —todo lo contrario del llamado "nuevo orden mundial" que es artificial y forzado, el que quiere imponer una oligarquía interesada—, sobrevenido de forma tan natural como brota la vida, debido a la creciente y novedosa situación internacional de interdependencia humana. Sistema que aún no está bautizado, cuyo embrión vivimos todos los habitantes del planeta en estos cruciales años.