DE NUEVO se han estrellado la cabezota contra la pared esos políticos que tan bien se venden, aguerridos avencerrajes pendencieros y persistentes de los nacionalismos. Las evidencias electorales no dan el 50% de votos al independentismo. En cualquier sociedad anónima, en cualquier empresa los dirigentes son quienes suman el mayor capital. Cataluña no es más que un territorio que pertenece a todos los españoles. No sé qué tanto aferrarse a que quienes allí viven sean tan decisivos sobre la improbable secesión. Alimentar a la familia y construir un futuro próspero es lo que quieren los ciudadanos. Lo demás, al fresco nos la trae. La trifulca política nos sirve de mero cachondeo mediático para apartar la atención de otras cosas realmente preocupantes. La numerología, la ley d'Hont y el enrevesado cuasi 'fifty/fifty' nos marearán durante estos días para divertir a unos, ahogar a otros y engañar a todos. Está claro, por los resultados, que la mayoría de los catalanes está en contra de la secesión. Son inventos gubernativos, mero juego de mus, un tira y afloja que mantenga la tensión y, sobre todo, la manduca de los jerifaltes.
En un globo que se debate entre el predominio de la globalización de los trusts financieros y la globalización auténtica, en el que la comunicación y la tecnología acercan más a unos y a otros, mientras el duelo real es la nivelación de tradiciones y la uniformidad, Cataluña es una región que pertenece al limbo de lo mediático para divertir con animadversión y "sangre" en la arena. El soberanismo no es ni más ni menos que la fuerza que está en contra de todo lo natural para mantener el interés del montaje que es hoy por hoy la política, que alimenta a unos cuantos mientras la mayoría padece penurias.
Por encima de porcentajes y alianzas está la realidad de que este juego interesa a todos los que viven del tema, mientras el racionado normal, la gente de a pie, tan solo quiere gozar de un futuro estable. A mí me sirve que no haya una mayoría realmente clara de que el pueblo desee que se desgaje esta región y se convierta en Estado. Y me sirve, desde siempre, que en ese hipotético caso, quienes tendrían que decidir serían los españoles en su totalidad.
En un globo que se debate entre el predominio de la globalización de los trusts financieros y la globalización auténtica, en el que la comunicación y la tecnología acercan más a unos y a otros, mientras el duelo real es la nivelación de tradiciones y la uniformidad, Cataluña es una región que pertenece al limbo de lo mediático para divertir con animadversión y "sangre" en la arena. El soberanismo no es ni más ni menos que la fuerza que está en contra de todo lo natural para mantener el interés del montaje que es hoy por hoy la política, que alimenta a unos cuantos mientras la mayoría padece penurias.
Por encima de porcentajes y alianzas está la realidad de que este juego interesa a todos los que viven del tema, mientras el racionado normal, la gente de a pie, tan solo quiere gozar de un futuro estable. A mí me sirve que no haya una mayoría realmente clara de que el pueblo desee que se desgaje esta región y se convierta en Estado. Y me sirve, desde siempre, que en ese hipotético caso, quienes tendrían que decidir serían los españoles en su totalidad.