LA CIFRA de los desahucios aumentó: han sido casi 50.000 en el último cómputo anual. Ya es hora de que España viva una situación de estabilidad. Cuando irrumpió la crisis, el sistema financiero español estaba condicionado por un gran endeudamiento junto a una alta concentración de activos hipotecarios. La caída de la construcción y el aumento del desempleo produjo el deterioro financiero, generándose una anormal morosidad y aumentando los impagos. Los distintos gobiernos se vieron ante la disyuntiva de sanear entidades bancarias y permitir fusiones y absorciones, obviando los créditos a familias y pequeñas y medianas empresas. En gran parte, a costa de los impopulares y retrógrados recortes sociales, aumento del IVA y otros impuestos que han llevado a la nación a una angustia sin igual, sin equidad social y reducido drásticamente el crecimiento. La falta de vivienda protegida, el paro descomunal, la desprotección de los trabajadores mayores de cincuenta años, el endurecimiento de las pensiones al establecer mayor edad para cobrarlas —con más años de cotización y la percepción de importes de menor cuantía— presentan un panorama nada alentador. Sin embargo, un cambio radical es posible, empezando por acciones conjuntas que favorezcan la inversión privada. Por ejemplo, si se les aportaran a los tres millones de empresas pequeñas, facilidades importantes para contratar a personas en situación de paro prolongado, el problema podría paliarse solo con que cada una afiliase un solo trabajador; además de un aumento del salario mínimo (que favorecería el consumo), la reinversión orientada de los beneficios, volver a activar la inversión en investigación, junto a una formación en las áreas precisas y la calidad de la producción, la cooperación internacional y la búsqueda de objetivos solidarios, acabando por otro lado con la corrupción política que tanto menoscabo ha causado en la economía. La inversión pública debe tener en cuenta la promoción de objetivos similares, apoyando las nuevas ideas, incrementando las exportaciones y haciendo valer la persistencia generacional de la nación, implantando una renta básica e incluso imitando el ejemplo de Islandia.