INTENTAR QUE el prójimo haga lo que uno quiere con malas artes. Sería una correcta definición de chantaje. Si quien va a sufrirlo no cede, se convertirá en víctima del temor. Hoy, lamentablemente, es un arma muy utilizada, una ofensiva manejada por seres inteligentes y no tanto que suelen usar su mayor o menor talento en puro beneficio propio casi siempre traspasando la frontera de la ética y/o de la legalidad. Hay tres elementos, por tanto: la exigencia pretendida, la víctima y el extorsionador que, una vez iniciado el plan, no parará porque justamente la resistencia a cumplir con lo exigido forma parte del proceso, minando la confianza en sí mismo del extorsionado, debilitándole y haciéndole sentir culpable. Si se culmina esta acción se habrá conseguido el objetivo.
¿Qué está pasando realmente con el caso de Rodrigo Rato o con el de Jordi Pujol? El ex portavoz del SUP (Sindicato Unificado de la Policía), José Manuel Sánchez Fornet, dijo que no pasaría nada en el caso de Jordi Pujol porque este "sabe mucho de mucha gente". Es más, que está pactado con el Gobierno y que todo quedará en agua de borrajas. Y así puede suceder con tantos otros. Cuando se trata de muchísimo dinero los milagros son más fáciles.
Los buenos gobernantes deben estar blindados contra la acción de los chantajistas, sin embargo, es una práctica habitual en la política. También se da el chantaje de ida y vuelta. Tú cedes en esto, yo te tapo en aquello y te proporciono lo que deseas, y tú a cambio me tapas a mí en tal cuestión y consigo lo que quiero. En esas estamos.
El chantaje se puede hacer sólo si hay un motivo, algo que se pueda chantajear. Si no se ha hecho nada malo, por acción u omisión, el chantaje carece de naturaleza; no es chantaje, es fútil calumnia, por mucho que algunos desalmados piensen aquello de "calumnia que algo queda". No pueden sentirse condicionadas así las personas que gobiernan las instituciones. ¿Quién confía en ver soluciones con este panorama? Basta ya y acabemos con el paro, la corrupción y el chantajismo de los secesionistas. No puede sonarnos normal esa moneda de cambio entre los poderosos.
¿Qué está pasando realmente con el caso de Rodrigo Rato o con el de Jordi Pujol? El ex portavoz del SUP (Sindicato Unificado de la Policía), José Manuel Sánchez Fornet, dijo que no pasaría nada en el caso de Jordi Pujol porque este "sabe mucho de mucha gente". Es más, que está pactado con el Gobierno y que todo quedará en agua de borrajas. Y así puede suceder con tantos otros. Cuando se trata de muchísimo dinero los milagros son más fáciles.
Los buenos gobernantes deben estar blindados contra la acción de los chantajistas, sin embargo, es una práctica habitual en la política. También se da el chantaje de ida y vuelta. Tú cedes en esto, yo te tapo en aquello y te proporciono lo que deseas, y tú a cambio me tapas a mí en tal cuestión y consigo lo que quiero. En esas estamos.
El chantaje se puede hacer sólo si hay un motivo, algo que se pueda chantajear. Si no se ha hecho nada malo, por acción u omisión, el chantaje carece de naturaleza; no es chantaje, es fútil calumnia, por mucho que algunos desalmados piensen aquello de "calumnia que algo queda". No pueden sentirse condicionadas así las personas que gobiernan las instituciones. ¿Quién confía en ver soluciones con este panorama? Basta ya y acabemos con el paro, la corrupción y el chantajismo de los secesionistas. No puede sonarnos normal esa moneda de cambio entre los poderosos.