UN COLUMNISTA moderno destapa lo putrefacto del mundo para transformarlo en energía, para convertir la tragedia en fervor por el futuro. Abrir cualquier periódico es asomarse a un gran espectáculo mayormente desastroso, penoso y deprimente. Escándalos, violaciones, corrupción, fraudes, asesinatos, penuria, precariedad, hambre, guerras, muerte...
Pero el mañana realmente es hoy. Y todos y cada uno de los seres humanos pueden tener miles de mañanas. Mañanas de paz y futuros más sanos y perfectos. Porque otro mundo es posible, se precisan corazones potentes y dispuestos a conseguir mejorarlo con una predisposición esforzada hacia los comportamientos inteligentes.
Demasiados seres humanos se han corrompido a causa del dinero; suele ser la razón principal. El dinero no es despreciable en sí mismo: tan solo, un medio correcto. Pero la codicia del mismo prostituye la conciencia y la moralidad. La propia Sanidad está intervenida por los grandes intereses económicos de la industria farmacéutica. Se inventan enfermedades y se utiliza el miedo para engrosar las cuentas bancarias de unos pocos. Luego se da el adocenamiento social, que suele transigir y olvidar.
El planeta precisa un cambio radical y un nuevo sistema. Y se va abriendo paso de forma natural. Solo queda esta solución: reunir todo lo bueno e integrador de las aportaciones de los pueblos de la Tierra en toda su historia y construir un nuevo sistema que sustituya al que ya se ha agotado y tantas muertes, pandemias, crisis, catástrofes ecológicas y quiebre moral, mental y económico produce sobre la humanidad, hastiada de padecer esta inútil subsistencia actual.
Este nuevo planteamiento mundial requiere primero respetar el mandato del corazón y la conciencia de proteger lo más sagrado: el amor, la vida y el linaje (la línea de transmisión de la vida de los ascendientes o antepasados a los descendientes). La globalización auténtica busca caminos idóneos para la unidad mundial, conjugando favorablemente los temas que separan a las colectividades sociales, ya que la comunidad global es mayor, más cualitativa y beneficionsa para el individuo que la suma de todas ellas, las cuales gozan de un rango de interdependencia jamás conocido hasta ahora. No hay nada que haga cualquier nación —bueno o malo— que no influya de alguna manera en todos los Estados del globo.
Pero el mañana realmente es hoy. Y todos y cada uno de los seres humanos pueden tener miles de mañanas. Mañanas de paz y futuros más sanos y perfectos. Porque otro mundo es posible, se precisan corazones potentes y dispuestos a conseguir mejorarlo con una predisposición esforzada hacia los comportamientos inteligentes.
Demasiados seres humanos se han corrompido a causa del dinero; suele ser la razón principal. El dinero no es despreciable en sí mismo: tan solo, un medio correcto. Pero la codicia del mismo prostituye la conciencia y la moralidad. La propia Sanidad está intervenida por los grandes intereses económicos de la industria farmacéutica. Se inventan enfermedades y se utiliza el miedo para engrosar las cuentas bancarias de unos pocos. Luego se da el adocenamiento social, que suele transigir y olvidar.
El planeta precisa un cambio radical y un nuevo sistema. Y se va abriendo paso de forma natural. Solo queda esta solución: reunir todo lo bueno e integrador de las aportaciones de los pueblos de la Tierra en toda su historia y construir un nuevo sistema que sustituya al que ya se ha agotado y tantas muertes, pandemias, crisis, catástrofes ecológicas y quiebre moral, mental y económico produce sobre la humanidad, hastiada de padecer esta inútil subsistencia actual.
Este nuevo planteamiento mundial requiere primero respetar el mandato del corazón y la conciencia de proteger lo más sagrado: el amor, la vida y el linaje (la línea de transmisión de la vida de los ascendientes o antepasados a los descendientes). La globalización auténtica busca caminos idóneos para la unidad mundial, conjugando favorablemente los temas que separan a las colectividades sociales, ya que la comunidad global es mayor, más cualitativa y beneficionsa para el individuo que la suma de todas ellas, las cuales gozan de un rango de interdependencia jamás conocido hasta ahora. No hay nada que haga cualquier nación —bueno o malo— que no influya de alguna manera en todos los Estados del globo.