A pesar de que en muchas partes del mundo se celebra la Navidad, no en todos los lugares se hace de la misma forma. Dependiendo de en qué parte del mundo te encuentres es posible disfrutar de distintas tradiciones. En algunos lugares es tradicional un tipo de comida, mientras que en otros lo es otra.
A pesar de todos estos cambios y costumbres, prácticamente y sin importar a dónde vayas existe un denominador común, los villancicos. Probablemente por el significado, el jolgorio que representan o directamente porque son sinónimo de festejo, los villancicos se encuentran allá donde uno vaya.
Es escuchar villancicos y ya sentirse en Navidad. El poder de los villancicos reside en su conexión directa con la memoria emocional. Esto se debe a que muchos de los villancicos que cantamos están ligados con recuerdos de la infancia como las reuniones familiares o los momentos de seguridad y afecto.
Esto es muy importante ya que, según la psicología, la música es uno de los estímulos más efectivos para evocar nostalgia. Cuando escuchamos un villancico nuestro cerebro actúa en modo clásico y activa de forma inmediata todas esas asociaciones positivas. Esto está bien, el problema es que muchas empresas lo utilizan para maximizar sus ventas.
Villancicos para condicionar la conducta del consumidor
Las tiendas, los centros comerciales y los anuncios que ves por la televisión o internet son conscientes de este efecto. La música que proyectan, normalmente los villancicos, no está puesta para animar ni entretener, se pone para condicionar la conducta del consumidor.
Esto se hace más notorio cuando se acompaña esta música con aromas que nos traen nostalgia, por ejemplo, el pino o la canela, aromas asociados a estas fechas. Lo que se busca es una reacción química en el consumidor que le reporte felicidad. Ese subidón emocional de felicidad y nostalgia es aprovechado por muchas empresas para que sus productos parezcan más deseables y realmente lo logran.

Muchos de los villancicos que cantamos o escuchamos son pegadizos. Ese efecto "earworm" que nos tiene con el runrún continuo del villancico es lo que acaba provocando que formemos parte sin darnos cuenta de este cometido. Es fácil que estas canciones queden en la memoria, por lo que resulta bastante complicado apagar esta música de forma mental.
Este efecto también debe ser tenido en cuenta en otros ámbitos, por ejemplo, en el del trabajo, ya que los villancicos pueden acabar por tener un efecto no tan deseado.
Los villancicos en el entorno de trabajo
Teniendo en cuenta toda la paz y felicidad que reportan estos villancicos no sería de extrañar que estuvieran todo el día sonando en las oficinas. Hoy en día las empresas miran mucho por la felicidad de sus empleados, ya que un empleado feliz es un empleado mucho más productivo.
El principal problema en estos casos es que este efecto repetición de los villancicos acaba por provocar fatiga cognitiva. Cuando uno escucha la misma canción festiva entre 20 y 30 veces lo más probable es que se acabe cansando. Esto es más habitual cuando escucha esa misma canción o repeticiones de algunas otras durante 8 horas al día.
La fatiga cognitiva llega cuando se le obliga al cerebro a procesar la misma información una y otra vez. Los expertos en neurociencia coinciden en que el cerebro busca activamente la novedad y la variación y, cuando no la encuentra, la repetición constante se acaba percibiendo como una interferencia intrusiva y agotadora.
Por este motivo es muy importante tener en cuenta el papel que tienen los villancicos en según qué ámbitos y ver mucho más allá de estos. Como hemos visto, lo que en un principio parece una canción amorosa que no entraña ningún peligro puede convertirse en un arma de doble filo, tanto para la psicología del consumidor como para la armonía del trabajador.
En definitiva, para pasar lo mejor posible la Navidad lo más recomendable es tratar de buscar el punto de equilibrio festivo. Si lo poco agrada y lo mucho cansa, se comedido a la hora de escuchar villancicos y también a la hora de cantarlos a los demás.





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