ME DIFAMAN. Parecen cosas muy creíbles algunas y otras absolutamente aberrantes. Un despecho puede cambiar a ciertas personas, las transforma en desconocidas. Recrearse en esa perniciosa actitud y en infundios escandalosos tan solo les hace daño a sí mismas. Tengo la conciencia bien tranquila. La vida ya no me despeinaba en una relación, yo quería disfrutar del viento. Ya no nos reíamos a carcajadas, ya no corríamos el uno tras el otro, ya no nos metíamos en el mar, ni en la piscina, ni en la cama, ya no nos quitábamos mutuamente la ropa, ya no nos besábamos como locos, ya no nos buscábamos, ya no jugábamos, ya no cantábamos juntos hasta quedarnos sin aire, ni bailábamos. Todo lo que podía despeinarnos no lo hacíamos. Tan solo, muy arregladitos, nos dedicábamos sutiles reproches. Y decidí romper. En ese momento se inició una retahíla de escarnio público para todo aquel que quisiese preguntar. Será un sino, pero en todo caso esa actitud a mí no me modifica ni me daña, continúo mi camino con mi pelo despeinado y dejo que me lo alborote aún más el viento de la libertad. Eh, tú, puede ser que te sientas tentada a ser impecable, implacable, peinada y planchadita por dentro y por fuera. La norma de este mundo exige buena presencia: péinate, ponte tiesa, el polvo sácate y sécate, ve cada semana a la peluquería a teñirte las canas, adelgaza, camina derechita como si llevaras tres libros encima de la cabeza, ponte seria y critica hasta la muerte. Es tu declaración de guerra personal. Pero es eso: cosa tuya. Lo único que realmente importa es que, al mirarte al espejo, veas a la mujer que quieres ser. La ruindad jamás fue un valor en alza. Este capítulo de mi vida me ha recordado esta recomendación: entrégate a la vida, come lo que te guste, besa, abraza, haz el amor, enamórate, relájate, viaja o salta, levántate temprano o —si tu situación te lo permite— duerme hasta las tantas, corre, vuela, canta, ponte guapa, ponte cómoda, ponte tú, admira el paisaje, disfruta, ríete mucho. ¡Deja que la vida te despeine! Sé persona y sé feliz.
Juan Carlos YAGO |
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