LAS REDES sociales está claro que han neutralizado de alguna manera el efecto del cuarto poder, aunque este es todavía muy predominante. Los medios de comunicación social crean opinión —si no, ¿a ver quién o qué?— y mantienen la dinámica de las distintas fuerzas vivas, pero donde la gente ha tomado conciencia de que realmente sí puede influir en el devenir de su propio futuro es con la respuesta masiva a los editoriales y contenidos de prensa. De todas formas, lo que tengo claro es que, gracias a este moderno panorama, la presencia del público en el mundo de la información es más activa que nunca, si bien es un arma de doble filo, porque sirve a ciertos dirigentes para controlar también los gustos y preferencias de las masas y, por tanto, a los distintos sectores que las componen.
Personalmente compruebo que sí soy leído en mi medio LA NOCIÓN porque recibo numerosos privados (eso que llaman privados y que antes era cartas al redactor, sin tanto afán enigmático o de exclusivismo como denota el vocablo). El caso es que no doy abasto. Supongo que yo mismo me he metido en este lío; gusta lo que escribo, hay personas que quieren comentar y esperan recibir respuesta.
Me planteo —pido perdón— dejar de mantener correspondencia, porque si no, me veo absorbido por la actividad, por ejemplo, en Facebook, tan "bien" remunerada, ya que vivo de lo que escribo. Supongo que se me comprenderá.
A veces recibo sorpresas dignas de mención especial o que te llegan al alma de forma cordialmente punzante. Destaco algo por la relevancia de una persona y porque aquello que parecía tan grave, al final, en realidad, no lo era tanto. Sin citarla, y con su permiso, reproduzco lo que me ha espetado: «Hola, Yago, siempre que te leo, pienso cuánta energía transmites. Tus crónicas algunas veces hasta me han enfadado, incluso en una ocasión te escribí que estabas tan equivocado que ni siquiera me molestaba en corregirte, pero al final he comprendido que tú no vas de columnista prepotente ni te importa imponer tu verdad, sino que sencillamente eres un tipo entusiasta de la vida». A pesar de la retranca que aún esconde esta presunta apología, me cae simpática y respondo que sí, que yo practico el más vivir.
Personalmente compruebo que sí soy leído en mi medio LA NOCIÓN porque recibo numerosos privados (eso que llaman privados y que antes era cartas al redactor, sin tanto afán enigmático o de exclusivismo como denota el vocablo). El caso es que no doy abasto. Supongo que yo mismo me he metido en este lío; gusta lo que escribo, hay personas que quieren comentar y esperan recibir respuesta.
Me planteo —pido perdón— dejar de mantener correspondencia, porque si no, me veo absorbido por la actividad, por ejemplo, en Facebook, tan "bien" remunerada, ya que vivo de lo que escribo. Supongo que se me comprenderá.
A veces recibo sorpresas dignas de mención especial o que te llegan al alma de forma cordialmente punzante. Destaco algo por la relevancia de una persona y porque aquello que parecía tan grave, al final, en realidad, no lo era tanto. Sin citarla, y con su permiso, reproduzco lo que me ha espetado: «Hola, Yago, siempre que te leo, pienso cuánta energía transmites. Tus crónicas algunas veces hasta me han enfadado, incluso en una ocasión te escribí que estabas tan equivocado que ni siquiera me molestaba en corregirte, pero al final he comprendido que tú no vas de columnista prepotente ni te importa imponer tu verdad, sino que sencillamente eres un tipo entusiasta de la vida». A pesar de la retranca que aún esconde esta presunta apología, me cae simpática y respondo que sí, que yo practico el más vivir.