SI LLEGASE a producirse el debate sobre la utilidad de la monarquía en España y la posibilidad de instaurar una república y de qué tipo sería, por ejemplo, presidencialista o no, nos enfrentaríamos al efecto dominó de una serie de transformaciones que podrían llevar a otra organización de estado. En ese mismo debate se hablaría de si la constitución patria ya está agotada y se precisa redactar otra nueva. La figura del rey, hoy mismo, es un parapeto para los grandes partidos. Pero las continuas manifestaciones en las calles no van en ese mismo sentido y cada vez más el individuo percibe que puede decidir más, que puede ser algo más que un voto o un número. La cuestión más determinante sería la distribución más ecuánime de la riqueza. ¿Qué se puede hacer hoy en España con un paro tan descomunal y un empleo tan precario que no permite a mucha gente disponer de lo preciso para una calidad de vida presente y acumular aportaciones para una jubilación futura? Es el disfraz de la miseria en el que está inmerso el país. Por eso frente a la inercia de poder del PP y PSOE —que, sin expresarlo, esperan llegar a un tipo de acuerdo que permita su hegemonía como hasta ahora, momento en que se produce el gran malabarismo de una hábil segunda instauración de la monarquía— la sociedad debe seguir luchando para conseguir el gran cambio de sistema que de sí mismo surge. Como es evidente, la democracia reside en los deseos de la mayoría. Parece fácil, pero lo hacen complicadísimo. El futuro es tema de todos, y exige lucha. Si uno mismo aún no está preparado para contribuir en favor de un nuevo sistema, ha de hacerlo del mismo modo porque la propia sociedad de su entorno le impele y le apela, y le proporcionará todo aquello que falte, restaurando de forma natural las carencias. No se trata de aceptar la miseria camuflada, como se pretende, ni de asumir una glorificación sentimental de la pobreza, sino de prosperar de veras y, también, servir primero a quienes sufren, privilegiar a los grupos más deprimidos, favorecer una Renta Básica y la prosperidad social. Todo es posible si realmente hay voluntad.