¿Qué hay mejor que un concierto para un amante de la música? Fácil: muchos conciertos. Y eso es lo que ofrecen los festivales, eventos en los que diferentes artistas y bandas se turnan para actuar en el mismo escenario.
Pero, mientras los macrofestivales globales como Coachella o Lollapalooza se adueñan de los titulares trayendo a los grandes nombres del pop, hip-hop, géneros latinos y urbanos o de la música electrónica comercial, miles de festivales de nicho hacen que otros estilos menos dominantes sigan sonando y congregando a sus fieles.
El jazz recorre las Américas
Estados Unidos, cuna de la música más viral, es a su vez la tierra con los mayores macrofestivales de los estilos más dominantes en las listas y emisoras. Eventos como el Coachella dan fe de ello.
Pero en la inmensidad de su territorio también hay sitio para la música de nicho. Es el caso de festivales como el Bonnaroo, celebrado en Tennessee, que en su espíritu comunitario mezcla el hip-hop o el rock con la música experimental, folk, bluegrass y, por supuesto, jazz.
Y es que este último género, del que derivan tantos estilos de la música moderna, está muy presente en todas las Américas. El Monterrey Jazz Festival que se acaba de celebrar es otra de las muestras.

Los festivales de nicho se convierten en un refugio para los amantes de la música alternativa. (EFE)
Otro ejemplo es el reciente Jazz al Parque en Bogotá (Colombia), que ha reunido a artistas internacionales como el saxofonista Joshua Redman (EE. UU.), el pianista Tigran Hamasyan (Armenia) o la banda Last Jerónimo & Méxica No Jazz.
Y no solo se trata de Jazz. Festivales como el MUTEK, con ediciones en Montreal, Ciudad de México y Buenos Aires, permiten que la música electrónica más experimental, alejada de los "beats" comerciales y ligada al arte sonoro, siga desarrollándose al margen de los macrofestivales.
Europa, de lo underground a lo clásico
En Europa, la diversidad de eventos está todavía más expandida. Y es que no solo existen propuestas "mainstream" como el Arenal Sound en España o el Sziget en Budapest (Hungría). También hay espacios dedicados a lo oculto, como el M'era Luna Festival en Alemania, uno de los eventos de música gótica más importante a nivel internacional.
Otros estilos, como el "dub", siguen haciendo latir sus "beats" gracias a festivales especializados en todo el mundo. Es el caso del International Dub Gathering (Barcelona), el South Vibes (Málaga) o Echo Chamber Roots Hi-Fi (Madrid) en España, que han dado lugar a una microescena que mantiene vivos esos sonidos.
En otro extremo del espectro, el Huddersfield Contemporary Music Festival en Reino Unido, permite que los amantes de la música clásica de vanguardia tengan su lugar. Y es que la música clásica contemporánea y antigua también encuentra refugio en festivales íntimos.
Bach o Vivaldi se trasladan así a nuestro siglo para llenar claustros medievales o iglesias románicas en España, gracias a eventos como el Festival Internacional de Santander, el Festival Jordi Savall en Tarragona o Clásicos en la Frontera en el Pirineo aragonés.
Porque la música con sabor histórico nunca pasa de moda y sigue teniendo influencia. Por eso, eventos como TradFest en Dublín (Irlanda) para los amantes de la música folk o el Bienal de Flamenco de Sevilla son dos ejemplos dispares pero que tienen en común el centrarse en sonidos con raíces culturales de sus respectivos países.
Por otra parte, el ya mencionado jazz también tiene su sitio en Europa, con eventos como el Montreux Jazz Festival en Suiza, que no solo es el más conocido del país sino uno de los más grandes del continente en cuanto a este género musical.
Rock y metal, el nicho menos nicho
Y, si hay una música que se merece su propio apartado es aquella que, de entre todos los nichos, es la que menos nicho parece a juzgar por la envergadura de los festivales que la rodean: el metal, o rock duro, y sus derivados.
Un claro ejemplo lo encontramos en el Wacken Open Air en Alemania, capaz de congregar a 75.000 asistentes de 80 países. Pero no es el único, festivales como el Hellfest en Francia, el Graspop Metal Meeting en Bélgica, el Candelabrum Metal Fest en México o el Welcome To Rockville de Florida demuestran que la música de sonidos más extremos no es sólo para minorías.
En España, de hecho, hay varios festivales pensados para los más metaleros y rockeros, como el Z! Live en Zamora, el Sun & Thunder en Fuengirola (Málaga), el Resurrection Fest en Viveiro (Galicia), el Rock Imperium en Cartagena, el Barcelona Rock Fest en Cataluña o el Leyendas del Rock en Villena (Alicante).
En este último, que reúne cada año a decenas de miles de asistentes, pudimos conversar con algunos de ellos: "Llevo viniendo desde que tenía diez años, primero con mi padre, y ahora con mi novio" dijo a Efe una joven, acompañada de su pareja, poco antes del concierto de los míticos W.A.S.P.
"Nosotras nos conocimos viendo a Dogma, y desde entonces somos amigas… Hemos venido al Leyendas a verlas" afirmaron tres chicas, caracterizadas como monjas "siniestras" en honor a la banda femenina de hard rock.
Un hipnótico ritual a través de los sonidos de Heilung, una pedida de matrimonio entre una pareja del público en medio de un concierto de Powerwolf, la presencia de jóvenes "otaku" para ver a Hanabie, son otros ejemplos de la heterogeneidad musical de eventos como éste.
Porque, en definitiva, la música de nicho, a pesar de contar también con la viralización, no depende tanto de la exposición "mainstream". Solo necesita espacios que sirvan de punto de encuentro para las comunidades que resuenan con ellas. Y, en ese sentido, los festivales no son el futuro de los conciertos: son el presente de la diversidad musical.