Un trabajo de fin de grado, titulado Gestión medioambiental de los humedales de Granada: El exitoso ejemplo de la Charca de Suárez, realizado por Eva Bautista Herruzo, en el Departamento de Ecología y el Instituto del Agua en colaboración con la Reserva Concertada Charca de Suárez , ha recopilado las actuaciones que han convertido este espacio en un destacado refugio de biodiversidad en el sur de la Península Ibérica. La investigación ha sido publicada en la revista British Ecological Society.
La conservación de los humedales es clave para la salud del planeta y el bienestar de la vida silvestre y humana, pero estos ecosistemas están desapareciendo a un ritmo alarmante. En España, más del 60% se han perdido en los últimos 50 años. La Charca de Suárez, con casi 15 hectáreas, es el último reducto de los humedales del delta del río Guadalfeo y el único humedal litoral permanente de agua dulce en la provincia de Granada. Su protección bajo la figura andaluza de Reserva Natural Concertada supuso un caso excepcional de desclasificación de suelo urbano en la costa mediterránea.
El éxito de este modelo se apoya en una gestión adaptativa y participativa que integra diferentes dimensiones. En el ámbito físico, se realizaron actuaciones como la remodelación y excavación de cubetas para crear nuevas láminas de agua, la construcción de observatorios y refugios con materiales reutilizados y el control riguroso del nivel del agua. La funcionalidad hídrica se garantiza mediante la recuperación de canales y el control constante de la calidad del agua, con análisis periódicos y revisiones extraordinarias en caso de emergencia.

En el aspecto biológico, se implementan programas de control y aprovechamiento de la vegetación de crecimiento rápido, como macrófitos o cañas. Su retirada manual y selectiva genera biomasa que se utiliza para compostaje, mejorando la fertilidad del suelo y promoviendo la economía circular. También se llevan a cabo programas de reintroducción de especies en peligro de extinción, como la focha moruna (Fulica cristata) y el fartet (Aphanius iberus), además de la rehabilitación de fauna silvestre accidentada en colaboración con el Centro de Recuperación de Especies Amenazadas. El seguimiento de fauna es continuo, con censos mensuales de aves y herpetofauna, como el camaleón común y la ranita meridional, así como muestreos quincenales de mariposas diurnas y nocturnas.
La dimensión social y cultural de la reserva es igualmente fundamental. La Charca promueve la inclusión social, garantizando la accesibilidad física –caminos llanos, audioguías con códigos QR– y adaptando la información a las distintas necesidades funcionales, lingüísticas y académicas. La educación ambiental es otro pilar fundamental, con programas formales y no formales que abordan temas ecológicos, históricos, culturales y sociales, desde la salud mental hasta el cambio climático. Con unas 10.000 visitas anuales, se fomenta la participación ciudadana mediante proyectos de voluntariado y actividades que fortalecen el vínculo emocional con el entorno, como El Bosque de la Vida o La Charca de los Sentidos. Finalmente, en el ámbito administrativo, la gobernanza multinivel se organiza de manera colaborativa a través de una comisión mixta de seguimiento en la que participan la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Motril y asociaciones locales como Buxus.
Los resultados son notables: la Charca de Suárez se ha consolidado como un refugio clave para la biodiversidad en el sur de Europa. Se han registrado alrededor de 250 especies de vertebrados, casi 200 de ellas aves, incluyendo más de la mitad de las especies de avifauna amenazada de Andalucía. Los censos a largo plazo muestran un incremento sostenido de la riqueza de especies de aves acuáticas, con mejoras en la abundancia de algunas críticamente amenazadas, como el porrón pardo (Aythya nyroca) y la focha moruna.
Los autores subrayan que cualquier política de conservación que excluya a las personas está destinada al fracaso. La experiencia de la Charca de Suárez demuestra que la participación comunitaria, combinada con una gestión adaptativa, puede transformar un espacio degradado en un oasis de biodiversidad y servir como modelo replicable para la restauración y protección de humedales amenazados.