El suelo regula el ciclo del agua, almacena carbono, sustenta la biodiversidad, filtra contaminantes, recicla nutrientes y da soporte físico a infraestructuras y ecosistemas naturales. Es mucho más que tierra, es el mayor reservorio de carbono del planeta. Hoy, cerca del 36 % del territorio nacional, es decir, más de 100 millones de hectáreas, está afectado por erosión hídrica, eólica o procesos biológicos que deterioran el suelo.
Diego Cosentino, profesor a cargo de la Cátedra de Edafología de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires alertó sobre la situación actual y los desafíos a los que los argentinos se enfrentan: "Hoy, cerca del 36% del territorio nacional, es decir, más de 100 millones de hectáreas, está afectado por erosión hídrica, eólica o procesos biológicos que deterioran el suelo. Esta cifra es alarmante: significa que más de un tercio de Argentina está perdiendo su capacidad de producir alimentos, almacenar agua y albergar vida".
Según el especialista, entre las regiones más comprometidas se encuentran el NOA (Noroeste Argentino), Cuyo y la Patagonia, que son zonas áridas o semiáridas con pendientes pronunciadas y presentan las tasas más altas de erosión.
A diferencia del agua o el aire, el suelo tarda cientos o miles de años en formarse, por lo que debe ser considerado un recurso no renovable en términos humanos: sustenta la vida terrestre, es clave en la producción de alimentos, regula el clima y actúa como interfaz vital entre la atmósfera, el agua y la biosfera.

El especialista advirtió: "Sin suelo sano, no hay comida posible. Un suelo fértil y equilibrado es el cimiento de toda producción agrícola: sostiene las plantas, les da nutrientes, regula el agua y alberga millones de microorganismos que hacen posible la vida. Pero hoy más del 30% de los suelos del planeta están degradados. Si seguimos perdiendo calidad de suelo, se vuelve cada vez más difícil producir alimentos nutritivos y accesibles para una población que sigue creciendo. Conservar el suelo es, literalmente, defender nuestro futuro alimentario". y aclaró: "Depende del daño y del clima formar 1 cm de suelo puede llevar entre 100 y 1000 años. Restaurarlo funcionalmente tras una degradación puede llevar décadas, si se aplican prácticas adecuadas y sostenidas".
Las principales causas que atentan contra el suelo en Argentina son la deforestación y la quema intensiva, especialmente para cultivos de soja en el norte del país; el sobrepastoreo en regiones semiáridas que deja el suelo expuesto y sin vegetación protectora; los monocultivos y la labranza intensiva, que agotan nutrientes y materia orgánica, aunque esto haya disminuido mucho últimamente y el uso excesivo e irresponsable de agroquímicos, sin una ley unificada que los regule, generando salinización y contaminación.
El fortalecimiento de la educación ambiental juega un papel clave para el cuidado del suelo. En un contexto de crisis ecológica global y degradación creciente, promover el conocimiento y la conciencia en la ciudadanía -especialmente en las nuevas generaciones- se vuelve fundamental.
"Cuando cuidamos el suelo ayudamos a frenar el cambio climático porque el suelo almacena carbono que de otro modo iría a la atmósfera en forma de CO₂. Pero si lo degradamos -por ejemplo, al deforestar, sobrepastorear o mal cultivar- ese carbono se libera y agrava el calentamiento global. Además, suelos bien manejados ayudan a absorber agua, reducen el riesgo de inundaciones y hacen que los ecosistemas sean más resilientes frente a sequías o temperaturas extremas." cerró Cosentino.