LAS CRÍTICAS son importantes si nacen de un espíritu renovador o, como ha sucedido en estas elecciones, de un descontento general. Son espuela para regenerarse. Decía el autor del Quijote que suele la indignación componer versos. Un movimiento muy en boga, los indignados, verdadero acicate de la sociedad española actual. Las transformaciones son lentas, pero si están basadas en el ingenio, se podrá conseguir algo auténtico que haga evolucionar en positivo a la Historia.
De todas las figuras que brillan en el recién elenco electo, la que más me impacta es la de Manuela Carmena, más que por sus ideas, por su personalidad. Da garantías reales de estar preparada para aplicar las ideas a los seres humanos y a las cosas. Comunica y sabe comunicar. Va a ser la alcaldesa de la capital de España, alto honor para cualquier compatriota. Es jovial y marchosa, monta en bici con setenta y un años. Se ha hecho viral por Whatsapp la sinopsis de su biografía, y yo contribuyo a su apología a través de los medios porque es lo que más me ha sorprendido de las novedades políticas de la actualidad. A la edad de Cristo, Manuela era abogada en el despacho laboralista de la calle Atocha donde fueron asesinados cinco de sus compañeros. A los 45 años, como jueza de vigilancia penitenciaria, abogó por que la prisión fuera una oportunidad de rescatar al ser humano; insistió en tener psicólogos en su equipo y en conseguir la rehabilitación de los toxicómanos. A los 49 años fue decana de los juzgados de Madrid y suprimió las denominadas astillas, un soborno muy extendido que cobraban los funcionarios para agilizar la tramitación de los asuntos. A los 52 años, como vocal del Consejo General del Poder Judicial, renunció al coche oficial y pidió bajarse el sueldo. A los 65, como relatora de las Naciones Unidas, criticó severamente las violaciones a los Derechos Humanos en países como Venezuela. A los 66, invirtió parte de sus ahorros en montar una tienda social de ropa de bebé hecha por reclusas.
Yo escribo, y veo en esta mujer un acicate para contribuir a redactar los renglones más importantes de la Historia.
De todas las figuras que brillan en el recién elenco electo, la que más me impacta es la de Manuela Carmena, más que por sus ideas, por su personalidad. Da garantías reales de estar preparada para aplicar las ideas a los seres humanos y a las cosas. Comunica y sabe comunicar. Va a ser la alcaldesa de la capital de España, alto honor para cualquier compatriota. Es jovial y marchosa, monta en bici con setenta y un años. Se ha hecho viral por Whatsapp la sinopsis de su biografía, y yo contribuyo a su apología a través de los medios porque es lo que más me ha sorprendido de las novedades políticas de la actualidad. A la edad de Cristo, Manuela era abogada en el despacho laboralista de la calle Atocha donde fueron asesinados cinco de sus compañeros. A los 45 años, como jueza de vigilancia penitenciaria, abogó por que la prisión fuera una oportunidad de rescatar al ser humano; insistió en tener psicólogos en su equipo y en conseguir la rehabilitación de los toxicómanos. A los 49 años fue decana de los juzgados de Madrid y suprimió las denominadas astillas, un soborno muy extendido que cobraban los funcionarios para agilizar la tramitación de los asuntos. A los 52 años, como vocal del Consejo General del Poder Judicial, renunció al coche oficial y pidió bajarse el sueldo. A los 65, como relatora de las Naciones Unidas, criticó severamente las violaciones a los Derechos Humanos en países como Venezuela. A los 66, invirtió parte de sus ahorros en montar una tienda social de ropa de bebé hecha por reclusas.
Yo escribo, y veo en esta mujer un acicate para contribuir a redactar los renglones más importantes de la Historia.