LA ONU mantiene para 2015 la meta de reducir a la mitad la tasa de pobres y de personas que pasan hambre. ¿Una utopía? No porque no sea factible, sino porque los países ricos —y entre ellos, los europeos del ámbito de la Troika— en lugar de eso, se han dedicado a inyectar cantidades millonarias para rescatar bancos y sistemas económicos globales. Aparte, el vergonzoso fomento del mercado armamentístico. Hay muchos culpables anónimos, agazapados tras políticos que operan sin escrúpulos en los mercados, incluidos los de los países subdesarrollados. Para terminar con la desigualdad en el mundo, en lo más básico, es necesaria más infraestrucutra y unos veintiún mil millones de euros. Por esto, el planeta exige más que nunca un cambio, pero será más difícil si nosotros mismos no sentimos su fuerza adentro. Sentirlo en el interior de cada uno de nosotros es la forma de accionar la gran regeneración mundial. Tenemos la oportunidad de desacelerar el horror en este mundo excluyente, nadando con gozo en la infinitud de la sabiduría que nos espera. Empecemos por desviarnos del camino que nos imponen y por construir nuestra propia escala de intereses, sin importarnos las críticas. El pasado más el presente no siempre significa el mejor futuro, pero los errores pueden ser pinceles de la inteligencia emocional para crear el cuadro de una nueva vida buena en el planeta. Ni del Sol ni de la Luna pueden privarnos, somos nosotros mismos quienes confiamos o nos alejamos y oscurecemos. Los deseos de triunfar no tienen por qué obligarnos a vender nuestros ideales y a callar lo que pensamos. Si realmente lo deseamos y es noble y justo en la sociedad, nada ni nadie podrá ahogar nuestras palabras y siempre tendremos una salida digna en la armonía de saber lo que es bueno para nosotros y para los demás. Impulsar el cambio hoy en día, tal como está el panorama, es una oportunidad histórica que amedrenta a los políticos nefastos, ya demasiados. No veo nada mal, por esto, las exigencias populares de toda índole en las calles. Es más que entrenamiento. Es adaptación.
Juan Carlos YAGO |
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