Los incendios forestales, el cambio en el uso de suelo, la presión urbana y el cambio climático son las principales amenazas para las 55 reservas de la biosfera que existen en España, el país con mayor número de estos ecosistemas en todo el mundo, según han explicado expertos a EFE.
Estas reservas, en homenaje a las cuales se celebra este lunes por tercer año consecutivo su día internacional, están distribuidas en 16 comunidades autónomas, de las cuales cuatro son transfronterizas —tres con Portugal y una con Marruecos— y en conjunto ocupan el 12,2 % del territorio nacional en el que viven más de dos millones de habitantes.
El secretario del Comité Español del Programa Hombre y Biosfera (MaB, por sus siglas en inglés), Francisco Cantos, ha asegurado que el deterioro de estos espacios naturales también afecta a las personas, ya que se trata de "ecosistemas reconocidos por la UNESCO por su valor de equilibrar la conservación de la naturaleza con el desarrollo social".
El cambio climático es la amenaza "más evidente" para estas reservas, añade la bióloga de Ecologistas en Acción, Macarena Molina, porque "se desconoce cuántas especies van a desaparecer en estos ecosistemas a consecuencia del mismo".
Además, la extracción de agua para agricultura y ganadería intensivas también "está generando que algunas zonas se sequen y cambie la dinámica de los cultivos" puntualiza Cantos.
Referente normativo
La declaración de un espacio natural como reserva de la biosfera es voluntaria, pero implica un "compromiso firme" con un modelo de desarrollo sostenible que combine la conservación de los ecosistemas con el bienestar de las comunidades locales, subraya Cantos.

"Nadie obliga a un territorio a ser reserva, pero una vez que lo es formalmente, debe cumplir los criterios del programa" y en ese sentido España aparece como "referente mundial"" en la aplicación del Programa MaB de la Unesco, gracias a un "sólido marco legal" y un sistema de gestión descentralizado que integra a administraciones públicas y sectores sociales.
El éxito del modelo español "radica en haber incorporado la figura de la reserva de la biosfera dentro de la Ley 42/2007 del Patrimonio Natural y la Biodiversidad", lo que otorga a estos espacios un reconocimiento nacional, además del internacional.
Huesca y Cádiz, pioneras
A poco de cumplir 50 años, las reservas de la biosfera de Ordesa-Viñamala (Huesca) y Grazalema (Cádiz) fueron las primeras en adquirir en 1977 este estatus y desde entonces han marcado la ruta para la gestión de otros ecosistemas similares.
"La UNESCO entendió que la conservación debía contar con el factor humano; eso que hoy llamamos desarrollo sostenible ya se estaba gestando en los años setenta", explica a EFE el gestor de la reserva de la biosfera Ordesa-Viñamala, Sergio García, que considera ésta como "la figura ambiental del siglo XXI, porque combina conservación, desarrollo sostenible y participación local".
Por ello, "tenemos un papel fundamental para convencer a las autoridades de que apuesten por ellas para poner en marcha iniciativas extrapolables a otros lugares", indica.
En 2013, la reserva dio un "salto cualitativo" al ampliar su superficie de 55.000 a 117.000 hectáreas y crear un consorcio de gestión que integra a los ayuntamientos de la zona, el Gobierno de Aragón y el Ministerio para la Transición Ecológica.
García coincide en señalar el cambio climático como una de las mayores amenazas para las reservas de la biosfera, en especial en zonas de alta montaña donde "los efectos se notan más", con veranos más largos e intensos que prolongan la temporada turística.
No sólo leyes
Sobre su futuro, Molina afirma que la protección de las reservas de la biosfera "no puede quedarse sólo en normativas que, si bien ayudan en su reconocimiento, no son suficientes sino que deben ir acompañadas de políticas de mantenimiento", lo que incluye una mayor financiación.
Para la bióloga, "se ha trabajado mucho en la gestión administrativa, en diseño de leyes y normas, pero luego no se dedican recursos a estos espacios", sin contar con el "ruido" que genera un desembarco masivo de turistas.
En su opinión, "tal vez el hecho de que haya tantas hace que se pierda su importancia": "Parece que sólo nos hemos enfocado en declarar los espacios, no en la responsabilidad que eso conlleva"..
Aun confiando en la capacidad de adaptación de la Naturaleza, asegura: "Tenemos que asumir nuestra responsabilidad individual y llegar a un consenso general para evitar la pérdida de especies y del conocimiento tradicional de los montes, para mantener los bosques vivos".





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