LA CALIDAD de vida homogénea —por la que tantos han muerto y por la que se ha luchado sin denuedo a lo largo de la historia— ha llegado a favorecer más a ciertas aristocracias indefinidas e incapaces de ver el atroz empobrecimiento social y, menos, de hacer algo loable por evitarlo. La cultura de ocio consiste en disponer de amplio tiempo para dedicarlo a actividades enriquecedoras del espíritu, mientras el esfuezo laboral para conseguir los bienes materiales precisos no debería superar las veinte horas semanales. El exacerbado individualismo, alimentado por un narcisismo inculcado desde el propio ámbito educativo, pervierte esa vida buena, es la pera en dulce de los grandes partidos políticos, la tácita obsesión por la fagocitación social sin interconexiones, individuos aislados componiendo una gran masa para evitar el auténtico bienestar genérico que estaría garantizado actualmente en cada persona con un ahorro disponible en su cuenta de, al menos, 6000 €; una salud pública atendida y la personal, fomentada y mantenida con buenos hábitos adquiridos; trabajo repartido (del que realmente existe) y bien remunerado para todos, algo muy factible en un nuevo sistema de distribución más equitativa de la riqueza; el respeto y la potenciación de la personalidad de cada uno; la armonía plena con la naturaleza y con una determinación ecologista; el empleo del ocio en temas humanísticos, culturales y solidarios, es decir con una proyección, de alguna manera, hacia el prójimo; y, por último, la garantía de seguridad. Los grandes partidos sólo son grandes porque una mayoría les ha votado, pero han traicionado esa disposición básica de vida buena y cultura de ocio, algo resbaladizo en lo que su vanidad no les permite reparar y que los propios tiempos ya no perdonarán. Dar la oportunidad en las urnas a opciones minoritarias y complementarias en esos sentidos ha sido ya materializada en las últimas elecciones europeas y las encuestas auguran aún mejores conquistas para los nuevos comicios nacionales en España, dentro de diez meses.
Juan Carlos YAGO |
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