LA FELICIDAD es una gatita traviesa que no quiere dejarse atrapar. Ni manosear. Si vas detrás de ella con ahínco, se escabulle y te rehúye. Pero si respiras tranquilamente y estás en paz, viene a enredarse entre tus manos, a dormirse con placidez entre tus quehaceres. No sufras por ese amor perdido. La vida te depara la mayor dicha que jamás podrías imaginar, el verdadero amor de tu vida llegará, te calmará y te colmará. Hoy eres libre. Has vivido un amor único por esa persona. Por todas sus cualidades. Has gozado, a pesar de ciertas amarguras que no son nada al lado de todo lo demás. Ahora toca volar a cada uno por su lado. Guardas como un tesoro un sentimiento tan auténtico. Un tesoro que te regresará —en realidad no se ha ido: está dentro de tu mismo corazón—. Ahora disfruta de tu soledad, mitiga esos escozores en la brisa de la noche y hasta juguetea por el día con las olas de los recuerdos. Desde la costa te envío un mensaje enrollado dentro una botella con la fragancia de la vida en plenitud para que sepas que mereces la mayor felicidad, la que expande un corazón universal, sabio de amor. Si cada noche puedes apoyar la cabeza en la almohada y no sentir culpas, serás capaz también de conciliar tu sueño sin dejar que nada te atormente. Si hiciste todo lo que pudiste y tu conciencia está tranquila, duerme y reposa acrecentando la esperanza de una vida plácida porque nada realmente perverso dejas en el camino. Si eres una persona de paz y bien, la vida en algún momento te recompensará con creces. Agradece las bondades que has disfrutado y haz brotar en tu pecho la resistencia junto con la flexibilidad, la paciencia junto con la energía. Descubre que estar a la defensiva parte de un resentimiento de la pequeñez de los temores. Porque la vida es rica si sabemos escarbar entre la nobleza, la constancia y esa óptica positiva que hace nuevo, único y genuino cada día.
Juan Carlos YAGO |
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