UN POCO de vanidad es estimulante. Vanitas vanitatis, omnia vanitas est, todo es vanidad, reconoció el rey Salomón tras disfrutar del lujo y la lujuria, de las riquezas del mundo por el que pasamos tan efímeramente. Pero también puede ser un derecho. ¿A quién no le da felicidad la pura evanescencia de regodearse en el placer de la propia admiración o de la simple presunción personal? Muchos son poetas tan solo por los aplausos. Hoy las redes sociales son el escaparate más preciado de la vanidad, y su grado de implantación en cada individuo se puede medir por el número de instantáneas faciales y corporales que de sí mismo exhibe en estos medios. La vanidad encarrila al mundo de hoy del mismo modo que en el siglo pasado fue el impulso funesto del hombre hacia la ostentación. Se vende mucho lo que embellece vanamente el ego de las personas. Si todo en la vida al final es polvo, nada es consistente; vivir solo para morir entonces es insustancial y todo lo que hacemos, hueco, vacío y falto de solidez de la misma manera. Solo el apasionamiento desmesurado por esta integrante de la condición humana lleva a la arrogancia imbécil y al envanecimiento peligroso. La vanidad moderada y natural da vidilla a todo y es lo que más de moda está. Siempre estará de moda porque la moda misma es vanidad. Tanto en el hombre como en la mujer. Bien es cierto que las féminas se chiflan por todo lo que brilla, ellas mismas lucen al mismo brillo y atraen con su gloriosa exhibición y su presumida presencia, se visten y revisten de atractivo, de narcisismo y de la pura exaltación de la belleza. Es su sello de género, pero estoy convencido de que no existe obra humana sin un ápice de vanidad. ¿Y quién prefiere contemplar hosquedad, vulgaridad y simple funcionalidad? A todos nos atrae la perfección de formas, lo armonioso de la exaltación de las cualidades y la brillantez de la luminosidad. Y eso también es enamorar. El mundo necesita mucho amor. Sentirse bien consigo mismo es premisa para amarse a sí mismo, sin lo cual no te quieren los demás.
Juan Carlos YAGO |
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