La necrópolis de Los Castellets II, en Mequinenza, yacimiento clave de la Edad del Bronce Final del noreste peninsular, continúa proporcionando información sobre las comunidades de la época y sus prácticas funerarias. Un estudio recientemente publicado en la revista Communications Biology, liderado por la Universidad de Zaragoza, ofrece nuevos datos de los orígenes genéticos de la población de la época, así como de sus estructuras familiares, gracias al análisis del ADN antiguo de uno de los túmulos - montículos funerarios - más destacados de este yacimiento, concretamente, el túmulo 2, el único enterramiento colectivo de gran entidad del yacimiento, con más de 30 individuos.
En conjunto, los análisis genéticos indican la ausencia de una continuidad poblacional estricta desde el Bronce Medio y evidencian la existencia de un flujo genético que contribuyó a configurar la diversidad biológica de estas comunidades. Los datos revelan que los individuos tenían un origen mixto procedente de dos fuentes de ascendencia distintas. Una de ellas estaba vinculada a poblaciones de Europa Central, probablemente a través de grupos del sur de Francia, y mostraba una mayor proporción de ascendencia esteparia que los individuos del Bronce Medio en la misma región. La otra fuente estaba más relacionada con poblaciones del sureste de la Península Ibérica, un aspecto que merece ser investigado con mayor profundidad, ya que la movilidad intrapeninsular y sus posibles conexiones con el ámbito mediterráneo aún no están plenamente caracterizadas.
El equipo también ha podido reconstruir aspectos sociales a nivel local: el gran túmulo funerario fue utilizado por una familia extensa, con vínculos biológicos más fuertes por la línea paterna que por la materna. Dos tercios de los enterrados estaban emparentados, y la comunidad practicaba cierto grado de endogamia. Estos resultados amplían el conocimiento sobre las prácticas de parentesco en la Península Ibérica durante el Bronce Final.

Yacimiento Túmulo Castellets
El punto de partida de este estudio, liderado por Marina Bretos, investigadora predocotral adscrita al Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA – Universidad de Zaragoza), Jesús Picazo (IUCA – Universidad de Zaragoza) y Vanessa Villalba-Mouco, investigadora Ramón y Cajal del Institut de Biología Evolutiva (IBE-CSIC), junto a un equipo internacional, fue el carácter singular de este yacimiento: una necrópolis donde convivieron a la vez dos prácticas rituales distintas, la inhumación y la incineración. El uso de ésta última ha sido asociado en la literatura arqueológica a la dispersión de la Cultura de los Campos de Urnas, un fenómeno muy controvertido por su causalidad: ¿fue una dispersión cultural asociada a una dispersión poblacional? Al tratarse Los Castellets de un yacimiento donde, a priori, ambas prácticas convivieron (hecho constatado únicamente en un par de yacimientos europeos), se convierte en una fuente de información única para estudiar este fenómeno. Las técnicas de recuperación de ADN antiguo todavía no han superado la barrera que supone las altas temperaturas para la conservación del material genético, por lo que sólo se han estudiado individuos inhumados. El objetivo principal del estudio fue el Túmulo 2, el único enterramiento colectivo de gran entidad (con más de 30 individuos), que combina rasgos tradicionales —como la colectividad y ciertas reminiscencias megalíticas— con elementos novedosos —como parte del ajuar funerario formado por cerámicas características de la cultura de los Campos de Urnas.
De igual forma, la investigadora Marina Bretos, quien ha realizado los análisis genéticos en colaboración con el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Leipzig, Alemania), señala: "el objetivo del estudio es también establecer una base de comparación para futuras investigaciones, las cuales podrían integrar análisis de isótopos de estroncio con datos genéticos para permitir estudiar la movilidad de individuos tanto cremados como no cremados, ofreciendo una visión más completa de las dinámicas poblacionales del pasado".
Así, este estudio no solo aporta nuevas claves sobre el pasado, sino que abre una ventana para que futuras investigaciones sigan desentrañando cómo se movían y se mezclaban las comunidades antiguas.