HE ASISTIDO al nacimiento de un sobrino mío y, lógicamente, todo han sido muestras de alegría y beneplácito con familiares, allegados y amigos. Ha nacido justo en el Día de la Raza, lo cual para mí está cargado también de un fuerte simbolismo. La vida en sí misma es el mayor valor de que disponemos y se nos da de forma gratuita.
La cuestión es disfrutar de este increíble regalo. A medida que vamos adquiriendo uso de razón (estado que ubican a partir de los siete años del ser humano) va dependiendo de nosotros mismos enriquecernos vitalmente o minimizarnos a la mínima expresión. Cada individuo suele tener siempre la capacidad de hacerse a sí mismo, sean cuales sean los condicionamientos del entorno. Podremos gozar de mayor o menor número de elementos a nuestro alcance para desarrollarnos, contar con un entorno adecuado o, por el contrario, uno desestructurado, pero siempre tenemos la oportunidad de reverenciar nuestra existencia y agradecerla cada día para rendirle el tributo del respeto.
En la modernidad, numerosos coachs y psicólogos ofrecen diversos consejos sobre realización personal, pero ya desde muy antiguo el ser humano ha sabido dignificar su paso por la Tierra con distintos principios filosóficos de positivismo, una palabra tan de hoy pero cuyo concepto ha sido experimentado en todas las culturas de antaño. Un emperador romano como Marco Aurelio ya aconsejaba: "Cuando usted se despierte en la mañana piense en el precioso privilegio de estar vivo, de respirar, de pensar, de disfrutar, de amar". Esto, que parece simple, es la base de una actitud francamente revulsiva, la que provoca la realización de tus sueños. Hay una diferencia abismal entre concebir la vida como algo vulgar o, bien, como una pasión vital: el estado mirífico de evaluar con sobresaliente cada instante. Vivir de esta forma es más vivir, expresar con tu personalidad el milagro de palpitar y sentir. Y de comunicarse con los demás de forma expresiva, gozosa, vívida. Desde las entrañas del alma.
Sin embargo, ¡hay tanta gente que no se da cuenta!
La cuestión es disfrutar de este increíble regalo. A medida que vamos adquiriendo uso de razón (estado que ubican a partir de los siete años del ser humano) va dependiendo de nosotros mismos enriquecernos vitalmente o minimizarnos a la mínima expresión. Cada individuo suele tener siempre la capacidad de hacerse a sí mismo, sean cuales sean los condicionamientos del entorno. Podremos gozar de mayor o menor número de elementos a nuestro alcance para desarrollarnos, contar con un entorno adecuado o, por el contrario, uno desestructurado, pero siempre tenemos la oportunidad de reverenciar nuestra existencia y agradecerla cada día para rendirle el tributo del respeto.
En la modernidad, numerosos coachs y psicólogos ofrecen diversos consejos sobre realización personal, pero ya desde muy antiguo el ser humano ha sabido dignificar su paso por la Tierra con distintos principios filosóficos de positivismo, una palabra tan de hoy pero cuyo concepto ha sido experimentado en todas las culturas de antaño. Un emperador romano como Marco Aurelio ya aconsejaba: "Cuando usted se despierte en la mañana piense en el precioso privilegio de estar vivo, de respirar, de pensar, de disfrutar, de amar". Esto, que parece simple, es la base de una actitud francamente revulsiva, la que provoca la realización de tus sueños. Hay una diferencia abismal entre concebir la vida como algo vulgar o, bien, como una pasión vital: el estado mirífico de evaluar con sobresaliente cada instante. Vivir de esta forma es más vivir, expresar con tu personalidad el milagro de palpitar y sentir. Y de comunicarse con los demás de forma expresiva, gozosa, vívida. Desde las entrañas del alma.
Sin embargo, ¡hay tanta gente que no se da cuenta!