SE ENVEJECE cuando se pierde la ilusión por aprender. Pero si además se exacerban con desmesura excluyente valores como la juventud y el atractivo físico, el ser humano puede sentirse viejo justo en el momento en que más preparado se encuentra y cuando más puede aportar a su entorno. Es ya un tópico la dificultad añadida con la que cuentan las personas que buscan trabajo con una determinada edad; a inferioridad de dígitos aumentan las posibilidades de colocarse. La vida es corta de por sí —o eso les parece a muchos— y encima esta mentalidad la reduce drásticamente. A sopas, buen vino y viajes del Imserso. Así razonado da pena. Ciclos que hay que cubrir.
Si lo extrapolamos, viene a ser el mismo concepto que hace que los ancianos esquimales se conviertan en elementos de nutrición para los osos durante los largos recorridos por las montañas, en que son abandonados por sus tribus con toda tranquilidad, como un sistema de reciclaje, puesto que los plantígrados se lo reintegrarán con sus mismas y propias pieles. Un intercambio de intereses igual que esos viajes del Imserso, casi siempre en invierno y otoño, cuando baja la demanda hotelera y el precio de las habitaciones. Los establecimientos cubren su cuota de mercado y, por otro lado, familias y centros residenciales se toman cierto respiro. Discriminaciones por la edad, tan terribles como el racismo, el sexismo... Toda una concepción enmarañada de falso modernismo y de prejuicios sobre la vitalidad y el bienestar.
Si no se es individualmente independiente, esta ruin ideología te atrapa entre sus redes y te convierte en una más de sus víctimas, las de un desarrollo mal entendido y abocado a una estandarización de los conocimientos y a una desvirtuación de la auténtica valía.
Existen culturas, sin embargo, para quienes sus mayores son la base del futuro, de la unidad familiar y de la sabiduría. Ahí están las figuras del chamán de las civilizaciones místicas, del maestro oriental, del patriarca del pueblo gitano, del jefe indio o del mismísimo Zeus, padre de todos los dioses.
Si lo extrapolamos, viene a ser el mismo concepto que hace que los ancianos esquimales se conviertan en elementos de nutrición para los osos durante los largos recorridos por las montañas, en que son abandonados por sus tribus con toda tranquilidad, como un sistema de reciclaje, puesto que los plantígrados se lo reintegrarán con sus mismas y propias pieles. Un intercambio de intereses igual que esos viajes del Imserso, casi siempre en invierno y otoño, cuando baja la demanda hotelera y el precio de las habitaciones. Los establecimientos cubren su cuota de mercado y, por otro lado, familias y centros residenciales se toman cierto respiro. Discriminaciones por la edad, tan terribles como el racismo, el sexismo... Toda una concepción enmarañada de falso modernismo y de prejuicios sobre la vitalidad y el bienestar.
Si no se es individualmente independiente, esta ruin ideología te atrapa entre sus redes y te convierte en una más de sus víctimas, las de un desarrollo mal entendido y abocado a una estandarización de los conocimientos y a una desvirtuación de la auténtica valía.
Existen culturas, sin embargo, para quienes sus mayores son la base del futuro, de la unidad familiar y de la sabiduría. Ahí están las figuras del chamán de las civilizaciones místicas, del maestro oriental, del patriarca del pueblo gitano, del jefe indio o del mismísimo Zeus, padre de todos los dioses.