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AQUÍ YAGO, en un trocito de la vieja Europa, al lado del Mediterráneo; aquí yago, surtido del oxígeno azul del mar; aquí yago, yaciente en el lecho de los helechos arborescentes, vibrante de vida, luchando por un futuro mejor; aquí yago, en el verdor natural de la Tierra. Aquí renace, siente y yace Yago, día a día: en la aspirada felicidad, en la ferocidad del fragor diario. Cualquier sitio es bueno. Así es como me gusta vivir: a cada instante; más vivir. La ironía de estar de vuelta en el juego de la vida es creativa y edifica. Estoy harto de vivir y, sin embargo, ansío vivir, vivir, vivir, descargar cascadas de sensaciones y liberar la acuosa pujanza de mi ser, quiero sentir cómo se derrama sobre mí la finura del rocío, quiero empaparme de la calígine que se forma con las cataratas de Iguazú cuando sacuden la base del río o colmarme del sonriente furor del sol español. La realidad de España es áspera y lúgubre, pero vamos sabiendo que podemos transformarnos en el mismo presente y por un honroso futuro, que el camino da de sí y que debemos estar unidos; unir regiones, países, borrar fronteras, alimentar la variedad de culturas y tradiciones, enriquecer la existencia de las naciones. Mucha esperanza, porque estoy seguro de que sabremos controlar todo lo que nos separa y divide (credos, políticas, sacramentos, jerarquías, ideologías, denominaciones, religiones...) siendo menos intransigentes y estrechos, centrándonos en lo esencial. Aquí yago, en esos propósitos para enriquecerme de la variedad humana cada día, sin encasillar al prójimo. El nuevo sistema mundial va a ser una síntesis de lo mejor de todas las aportaciones de los pueblos. Una civilización colectiva única, plural y funcional para alcanzar la unidad del mundo y la ecuanimidad, y que nadie sufra por hambre ni enfermedad curable. Aquí yago, aprendiendo a tolerar y aceptar de buen grado el camino de otros seres humanos y sus diferencias. Creo que es lo que ya mueve el mundo —lo que va en este sentido— y lo que lo cambiará, cambiándose uno mismo.
ALGUNO DE mis lectores seguro que cobra en bitcoins. Se teme lo que no se sabe y se deja de temer cuando se hace. Será cuestión de probarlo. El bitcoin es una moneda digital, o sea, es dinero. Cada día se intercambian el equivalente a millones de dólares en bitcoins, que se generan a través de la "minería", un proceso de la Red que premia a los usuarios por sus servicios. Es un sistema de pago útil basado en propiedades matemáticas en vez de físicas, como el oro y la plata. El ser humano inventa siempre. Lo de que no hay nada nuevo bajo el sol es relativo. Se inventa para satisfacer las necesidades más básicas o por ver realizados los más dispares deseos. Lo del bitcoin presenta buen cariz, pero no siempre el ingenio se utiliza para algo benigno y favorable. La lista es larga: armas de laboratorio, alimentos transgénicos, clonación de cuerpos a la carta, pastillitas como la Viagra... aventuradas formas de deteriorar la naturaleza. Prefiero cosas tan sencillas como el aire puro o aguas limpias y cristalinas; armonía con mis congéneres y con el planeta. Nuestros cuerpos empiezan a almacenar minerales y restos microscópicos de sustancias poco recomendables para la salud. A veces pienso que experimentan con nosotros seres extraterrestres que ignoramos y no podemos ver, agazapados en su gran tecnología, del mismo modo que los seres humanos somos capaces de elaborar sensualidad —adquirida en quirófanos incluso con miles de bitcoins por alegres consumidores de implantes de silicona para elevar el culo y agrandar las tetas— y también incluso producir criaturas e ingenios cibernéticos que más bien parecen esclavizarnos en un frenético progreso que aún no imaginamos dónde llegará a parar. Y las industrias más aclamadas son las que, a escondidas, envenenan el planeta. Sin embargo, se produce esto mientras nos acosa el paro, la precariedad y hasta el hambre. Sí: apuesto por cosas sencillas, las que dije y otras como redescubrir el olor que deja una tormenta, admirar una puesta de sol o el placer de pasear cada noche por la playa, por ejemplo.
REHACER LA vida. Se ha extendido mucho la acepción de este giro referido a la vuelta al matrimonio o al emparejamiento tras una ruptura o divorcio. ¡Como si un solo individuo no pudiese rehacer su vida si se lo monta en soledad! Los singles, para más inri, están aumentando de manera vertiginosa. Su espacio personal, su apartamento, su coche, su comida recalentada, su gran plasma, su conexión a Internet, el adminículo corporal que ya es el móvil de pantalla táctil y todos esos elementos que confieren el característico sello de la modernidad. Sin niños ni parejas que correteen o sermoneen. ¿El paraíso? Ya les veo a él o a ella, solos en sus respectivas casas, enfundados en un batín elegante frente a la chimenea de sofisticados maderos artificiales que hasta crepitan y cuyo fuego es simulado por la energía eléctrica. ¿Encantados? Pues no. La concepción social más chic de alguien que rehace su vida es la de que se ha emparentado nuevamente con una garantía de permanencia. Vuelta a las andadas, adiós a la gloriosa soltería de ensueño. Los hombres y mujeres de entre treinta y tantos y cincuenta y pocos años separados —y hasta los solteros de oro— que se enfrentan a la realización más o menos completa de su vida sexual no son tan envidiables. En principio, la situación y su contexto se presentan con un gran atractivo para cumplir con el rito de la caza y conquista amorosas, el flirteo y el juego erótico más bien esporádico, ya que al final los singles siguen siéndolo. La disminución en la práctica conlleva una rebaja de la libido. Esto es impepinable porque la apetencia sexual más satisfactoria incluye a un álter ego que no suele estar y que permanentemente hay que buscar. Aunque parezca baladí, en este escenario se produce una disminución del deseo, que solo en el caso de los imberbes y adolescentes estaría más garantizado. Unido a la complejidad de la vida moderna actual, con los problemas político-sociales tan peculiares y la tasa de paro tan elevada, por decirlo a las claras, hace que quien pueda disfrutar del sexo en pareja permanente hoy es un privilegiado.
LA RISA es una medicina, un gesto natural de lo más saludable; divertirse cada día, un seguro de vida. Y no hay nada más divertido que hablar en broma de aquello que nadie sospecharía que fuese divertido. Digan lo que quieran los herederos de quienes prohibían la hilaridad en la época en que estaba perseguida por la Iglesia, no hay nada más sano, vivificante y humano que desternillarse; cuanto más, mejor. Esbozar sonrisas por dentro y por fuera es óptimo para el corazón, las arterias, los pulmones y la cabeza. También restablece el equilibrio interno del cuerpo y supone un ejercicio indispensable para desbloquear los músculos de la cara y, de paso, reírse de la vida y, por qué no, de uno mismo; esto último proporciona una liberación que hace superarnos. Estimule a menudo su sentido del humor o practique risoterapia. Saboree la ironía y la agudeza crítica; incluso introdúzcase sin reparos en el más refinado sarcasmo. El humor predispone al amor y es una llave infalible para abrir almas, cuerpos y voluntades. La jovialidad corroe la violencia, es la sonrisa de una desilusión que hace olvidarla para encaminarnos hacia la fortaleza de la esperanza. El humor es levadura de la vida y, sin él, seguramente nuestras almas no sabrían desaprisionarse de las muchas ataduras que la modernidad impone. Hay tribus primitivas que lo saben bien, por lo que se ríen y bromean entre ellos pellizcando a sus animales sagrados. A veces nuestro "primer" mundo tan modernizado está demasiado encorsetado, siguiendo estereotipos brutalmente aburridos y mortíferos, en el que el arte de saber reírse de uno mismo y los demás es una gracia congénita reservada sólo unos pocos. Esos afortunados saben que el sentido del humor es un delicioso elixir con el que premiar al cuerpo para alcanzar la eterna juventud; un elixir que reduce los problemas a un tamaño manejable y que nos permite verlos en su perspectiva más racional y sencilla para solucionarlos con total diligencia.
LA MÚSICA anima, entretiene y evoca; también es un estigma de amantes. Pero el secreto del amor, ¿alguien lo conoce? El de la seducción, sí. Pero la cuestión del amor esencial es otra. Quienes tienen la suerte de experimentarlo saben que es el don más maravilloso que puede acontecer al ser humano. Hay quien lo rememora con canciones del siglo pasado. No todo lo que se compone musicalmente hoy en día es lo mejor, ni mucho menos. De hecho, cuando se abandona la rutina habitual, no sé qué pasa pero el entorno ambiental te devuelve, a través de la radio o en una sala nocturna de moda o en un taxi, aquellas notas que tú creías enlatadas en las antiguas cassettes, reeditadas en CD o archivadas en cualquier dispositivo electrónico. Se da entonces el enigma y la sorpresa del amor. Escucho esas canciones románticas de cuando yo tenía veinte años y sé que algo se remueve por dentro. ¿Son las baladas —esas que hablan de sublimar el hecho de amar— las que provocan la adoración entre el hombre y la mujer? Es cierto que las estrellas del límpido cielo y un grato ambiente romántico favorecen el impulso indescriptible de adorar a alguien. Pero cuando va más allá del simple apasionamiento físico y trasciende la ilusión de contemplar una mar en calma, o la luna llena; cuando surge la chispa, entonces puedes darte por tocado. Igual que la lotería, te toca a ti, no cuando tú quieres tocarlo. Y penetra en ti el miedo que supone la libertad de elegir una de esas estrellas y dedicarle tu respeto, tu trabajo, tu tiempo, tu admiración, tu vida. Y curtirse cada día con el carácter de ese consorte amado, adaptarse incluso a sus formas y mantener el tipo abriendo brecha poco a poco en el cielo para volar juntos. No recuerdo exactamente quién ni cómo lo decía pero viene a expresar algo así como "si amas a alguien, déjalo libre; si no vuelve, nunca fue tuyo". Yo añado que si sigue a tu lado, realmente cada uno es del otro, se pertenecen como un todo indivisible, son futuro y transformación.
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