El cambio climático está "sin duda" en el origen de los intensos incendios y de múltiples focos que están asolando España este verano. Un factor decisivo que, ayudado por la acumulación de biomasa forestal y el abandono del paisaje agrario tradicional, han provocado una mayor incidencia de megaincendios con múltiples focos, de comportamiento impredecible y efectos devastadores, que superan la capacidad de extinción de las brigadas forestales. Es lo que está sucediendo en muchos puntos de la geografía española, sugiere Antonio Jordán López, investigador de la Universidad de Sevilla que lleva 20 años estudiando estos fenómenos meteorológicos, "el único camino para acabar con ellos es la prevención".
En España, según la European Forest Fire Information System (EFFIS), se han producido durante este año 200 incendios forestales que han quemado más de 148.000 hectáreas, sin contar con los que no alcanzan las 30 hectáreas. De momento, y a pesar de la virulencia de algunos, ninguno ha llegado a catalogarse como un nuevo tipo de incendio denominado de "sexta generación", aunque tienen riesgo de elevarse a esta categoría. Se trata de fuegos grandes, rápidos, extremadamente intensos y que tienen múltiples y simultáneos focos de copas que afectan a zonas urbanas en olas de calor, esta es la definición de un incendio de quinta generación, pero en muy poco espacio de tiempo el incendio puede mutar a un evento de sexta generación, un nuevo tipo de fuego que antes era extremadamente raro, pero que ha emergido con virulencia y con una capacidad destructiva sin precedentes. Entre los eventos extremos en España que responden a esta nueva clasificación se encuentran los de Torrefeta y Florejacs en
Lleida, el pasado julio, cuya intensidad y rapidez extremas hicieron que los equipos apenas pudieran intervenir directamente; Sierra Bermeja (Málaga) en septiembre de 2021 y Tenerife, en agosto de 2023. En el ámbito internacional, Portugal (2017), Chile (2017), Australia (2020) o Canadá (recientemente) son ejemplos claros de esta nueva normalidad.
¿Qué son los incendios de sexta generación?
"No me gusta ser alarmante, pero son algo parecido al apocalipsis", advierte Jordán, quien explica que si ya los de cuarta y quinta generación son extremadamente graves, los de sexta generación son incendios que alteran la estabilidad atmosférica y son capaces de generar tormentas de fuego, gracias a una atmósfera muy cálida y unos bosques altamente estresados y disponibles para quemar. "Imagina un fuego tan intenso, rápido e impredecible que parece tener vida propia, capaz de modificar el clima a su alrededor y saltar kilómetros en un momento".

El investigador del Departamento de Mineralogía, Cristalografía y Química Agrícola de la Universidad de Sevilla explica que el fuego libera un intenso calor, es capaz de generar vientos. La corriente de aire ascendente es tan grande y potente que puede modificar la atmósfera a gran altitud. Bajo esas condiciones, se forman nubes de tormenta (pirocumulonimbos) que originan lluvia, rayos que impactan sobre la vegetación seca o el suelo y forman nuevos focos secundarios de manera aleatoria. Las pavesas (partículas pequeñas de vegetación en combustión) pueden ser transportadas por el viento a distancias muy grandes, de modo que, en esas condiciones los cortafuegos no sirven para nada.
Cuando se produce un megaincendio ya no es posible apagarlo ni tiene sentido aumentar el número de medios o bomberos que, además, tampoco podrían ni siquiera acercarse. En ocasiones, el agua que cae de los aviones y de los helicópteros prácticamente no hace efecto en un fuego tan intenso, porque se evapora antes de llegar al suelo. Lo único que se puede hacer es controlar el perímetro y evacuar a la población mientras se espera a que cambien las condiciones meteorológicas o que el fuego se extinga por sí solo. "Se trata de una situación tan nueva y caótica que, de momento, los científicos no somos capaces de modelizar ni predecir la aparición o el comportamiento de estos incendios", reconoce Jordán.
Múltiples factores explican que el cambio climático se encuentra en la tramoya de esta nueva tipología de incendios: la mayor frecuencia de sequías, las numerosas y prolongadas olas de calor o la acumulación de material leñoso seco en la vegetación natural son algunos de ellos. Pero hay uno especialmente significativo, el aumento de las temperaturas, que se muestra de manera palpable, de hecho, según World Meteorological Organization, el año pasado fue el más caluroso de la Tierra desde que se tienen registros en 1850, y la primera vez que se superan los +1,5 °C respecto al nivel preindustrial.
Ya hace una década que una investigación demostró que el cambio climático provocado por el ser humano duplicaba la superficie forestal afectada por incendios a diferencia de la que se habría producido sin él.
Prevención
"Como apagar un incendio así ya es prácticamente imposible, la gestión del fuego comienza a exigir estrategias y toma de decisiones anticipadas y dinámicas, considerando los valores sociales y el bien común. La gestión de los fuegos busca generar paisajes resilientes", prosigue.
Por tanto, para atajar el impacto de los incendios que tradicionalmente son noticia en España año tras año, el principal esfuerzo ha de concentrarse en "la gestión activa del territorio y en un cambio profundo en las políticas de ordenación del paisaje y de los sistemas de extinción".
Más allá de intentar evitar que los fuegos se produzcan de manera natural, por accidente, por negligencia o por un delito, se hace necesario intervenir en el manejo del combustible en las zonas forestales, la recuperación de la actividad agrícola, la ganadería e incluso el diseño de espacios donde el fuego pueda ser apagado.
Alcornoque y encina, en lugar de eucalipto y pino
También se hace vital manejar el combustible a escala de paisaje y en la interfaz urbano-forestal, lo que significa aumentar la biodiversidad de los bosques, apostar por especies de árboles maduros "alcornoque y encina, por ejemplo, más resistentes al fuego y de combustión más lenta, en lugar de pino y eucalipto, que son altamente inflamables"; crear mosaicos de cultivos, pastos y masas forestales que interrumpan la continuidad del combustible y repoblando con especies autóctonas adaptadas al estrés térmico y al estrés hídrico, con formaciones lineales de matorral que tengan cierta resistencia a la combustión. Recuperar la agricultura y el pastoreo extensivo, apoyar el consumo local y fomentar la resilvestración con herbívoros silvestres, así como realizar una gestión forestal más selectiva (incluyendo cortafuegos, quemas prescritas, aprovechamientos silvícolas y pastoreo controlado) son otras recomendaciones de amplio respaldo entre la comunidad científica.
Desde otro ángulo, sería adecuado desarrollar un servicio con conocimiento y experiencia en incendios en diferentes condiciones, lo que implica invertir en el intercambio de equipos experimentados y analistas de incendios durante grandes eventos, en herramientas para aumentar y compartir conocimientos y experiencia, así como legislar para evitar construcciones diseminadas entre el arbolado, y promocionar la investigación en este terreno.
Los científicos, recuerda Antonio Jordán, "llevamos décadas avisando de la llegada del cambio climático y no nos han hecho caso, pero el cambio climático ya está aquí, y ahora, ya solo podemos mitigarlo. Este tipo de incendios ya no los podemos apagar, ya solo podemos mitigarlos y prevenirlos. Eliminar totalmente los incendios es imposible". En el contexto actual, concluye, "es mucho más sensato" lograr regímenes de incendios aunque frecuentes pero de baja intensidad, en lugar de pocos incendios grandes y devastadores.