En 2009, unos científicos hallaron ocho huesos del pie de un antepasado humano en capas de sedimentos antiguos en el yacimiento de Woranso-Mille, en la región central de Afar (Etiopía). Los restos fósiles, conocidos como el pie de Burtele, fueron descubiertos por el equipo dirigido por el paleoantropólogo Yohannes Haile-Selassie, de la Universidad Estatal de Arizona (Estados Unidos), pero no se asignaron a ninguna especie fósil de un ancestro humano del continente africano.
Un trabajo publicado ahora en la revista Nature y dirigido por Haile-Selassie resuelve la incógnita y revela que el pie de Burtele pertenece a la especie Australopithecus deyiremeda, un nuevo homínido fósil que descubrió hace años el equipo del propio investigador en el yacimiento de Woranso-Mille (Nature, 2015). Así, el estudio de este pie fósil —datado hace unos 3,4 millones de años— revela que A. deyiremeda era un australopiteco que se desplazaba sobre dos extremidades (bipedismo) y también vivía en los árboles, tal como indica la presencia del dedo gordo prensil como el de los chimpancés.
En el equipo internacional de expertos destaca el profesor Lluís Gibert, de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona, que es el único investigador de una institución europea que firma el estudio. El análisis de los datos geológicos ha sido decisivo para datar y relacionar este pie con los restos del A. deyiremeda.

El profesor Lluís Gibert, de la Universidad de Barcelona
"Sin un contexto geológico y una cronología detallada, estos fósiles no tendrían valor científico", detalla el profesor Gibert, del Departamento de Mineralogía, Petrología y Geología Aplicada, que ha analizado el contexto cronoestratigráfico y sedimentológico de los fósiles hallados.
Un pie fósil que no podía ser de Lucy
El A. deyiremeda es un ancestro humano descubierto por el equipo de Haile-Selassie en el yacimiento de Woranso-Mille (Nature, 2015). Este hito científico puso fin a la discusión sobre si el Australopithecus afarensis —la famosa Lucy descubierta en Etiopía por Donald Johanson e Ives Coppens en 1974— coexistió con otras especies de homínidos en el Plioceno medio.
"El yacimiento de Woranso-Mille es el único lugar en el que se han identificado pruebas definitivas sobre la existencia de dos especies de homínidos al mismo tiempo y en la misma zona. Cuando encontramos el pie de Burtele (Nature, 2012), sabíamos que era diferente a la especie de Lucy, bien conocida desde hace años", explica Yohannes Haile-Selassie, director del Instituto de Orígenes Humanos y profesor de la Escuela de Evolución Humana y Cambio Social en Tempe (Estados Unidos).
Las distintas caras del bipedismo en la evolución humana
El pie de Burtele es más primitivo que los pies de la especie de Lucy, "una especie completamente bípeda". "Conservaba un dedo gordo oponible —importante para escalar— y los dedos eran más largos y flexibles, también adecuados para escalar. Pero cuando el A. deyiremeda caminaba sobre dos extremidades, probablemente empujaba el segundo dedo y no el dedo gordo, como hacemos nosotros, los humanos modernos hoy en día", indica el experto.

El investigador Yohannes Haile-Selassie y parte de su equipo durante el trabajo de campo
"Sin embargo, en nuestra disciplina no es habitual denominar una especie basándose en elementos poscraneales (es decir, por debajo del cuello). Por tanto, esperábamos encontrar algún resto fósil en una posición superior al cuello y en clara asociación con el pie. En concreto, las mandíbulas y los dientes suelen ser los elementos que se utilizan en el reconocimiento de especies".
El descubrimiento del pie de Burtele sorprende aún más que el del fósil Ardipithecus ramidus, un antepasado homínido temprano que hace 4,4 millones de años aún conservaba un dedo gordo oponible. "Este es un momento en el que constatamos que el bipedismo en estos primeros antepasados humanos se presenta bajo diversas formas. La idea de encontrar indicios en el registro fósil como el pie de Burtele nos dice que había muchas maneras de andar sobre dos extremidades cuando estaba en el suelo. Hasta mucho más tarde, no hubo solo una única forma de hacerlo".
¿Cómo se alimentaba este australopiteco?
En la dieta de A. deyiremeda abundaban los recursos alimenticios basados en los árboles y los arbustos, según el análisis isotópico de ocho de los veinticinco dientes hallados en el yacimiento. Lucy, a su vez, ampliaba este registro alimenticio con la ingesta de hierbas tropicales y cítricos.
"Fue sorprendente que la señal de los isótopos de carbono fuera tan clara y similar a los datos correspondientes a los homínidos más antiguos A. ramidus y A. anamensis. Pensaba que las distinciones entre la dieta de A. deyiremeda y A. afarensis serían más difíciles de identificar, pero los datos isotópicos confirman que A. deyiremeda no accedía a la misma gama de recursos que A. afarensis, que es el homínido más antiguo que utilizaba recursos alimenticios basados en hierbas", detalla la profesora Naomi Levin, de la Universidad de Michigan (Estados Unidos).
Además de los dientes encontrados en Burtele, también se halló la mandíbula de un ejemplar juvenil de la especie A. deyiremeda. "Esta mandíbula ya tenía un juego completo de dientes de leche, pero también presentaba muchos dientes adultos que se desarrollaban en la parte profunda de la mandíbula ósea", explica Gary Schwartz, del Instituto de Orígenes Humanos (IHO) y la Escuela de Evolución Humana y Cambio Social.
Mediante la tecnología de escaneo microCT de última generación, el equipo determinó que la mandíbula pertenecía a un homínido que tenía unos 4,5 años a su muerte. "En un homínido juvenil de esa edad, pudimos ver trazas claras de una desconexión en el crecimiento entre los dientes frontales (incisivos) y los dientes masticadores posteriores (molares), de forma muy similar a como se ve en los simios vivos y en otros australopitecos tempranos, como la especie de Lucy", apunta Schwartz.
"La sorpresa más destacada fue descubrir que estos primeros australopitecos parecen ser notablemente semejantes en su forma de crecer, a pesar de nuestro conocimiento sobre la diversidad de estas primeras especies de australopitecos en dimensiones, dieta, locomoción y anatomía".
Conocer el pasado para entender el presente y prever el futuro
Saber cómo se movían estos antiguos antepasados y qué comían proporciona a los científicos nuevos conocimientos sobre cómo las especies coexistieron a la vez sin que una empujara a la otra a la extinción. "Toda nuestra investigación para entender los ecosistemas pasados de hace millones de años no se trata solo de curiosidad o de averiguar de dónde venimos", dijo Haile-Selassie. "Es nuestro empeño por aprender sobre nuestro presente y también el futuro".
"Si no entendemos nuestro pasado, no podemos entender por completo el presente ni nuestro futuro. Lo que ocurrió en el pasado lo vemos pasar hoy", explica. "En muchos sentidos, el cambio climático que vemos hoy ha ocurrido muchas veces durante la época de Lucy y A. deyiremeda. Lo que aprendemos de esa época podría ayudarnos a mitigar algunas de las peores consecuencias del cambio climático actual", concluye Haile-Selassie.





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