Sentirme como soy desde que nací: cosmochamán, o sea, saber que me asemejo a cualquier otro ser humano, que nadie es más que nadie y que el universo me cobija a mí tanto como a cualquiera... y a los animales (los compañeros de ese otro reino olvidado). Soy rey. Rey de la religión más humana, más auténtica y más natural del mundo: la de la vida. Alguien que cuida, dentro de sus posibilidades, en mi ámbito, de que todo gire mejor y en el mismo sentido que la bondad del universo. ¿El universo es amistoso? Albert Einstein diría que sí. Lo es. La amplitud y generosidad telúricas, aquí mismo, en este hogar que nos cobija hoy a más de siete mil millones de seres humanos, es infinita, inabarcable. Por eso el mal solo puede hacer de las suyas si le dejamos. Y por eso soy lo que soy. Esta es mi religión, para quien no lo sabía. Lo cuento en Navidad porque es la festividad más abarcadora del mundo. Y de esto se trata: de la mundialidad del género humano al completo; no unos pocos elegidos, no. La verdad es que 2014 ha sido un año bonito en lo personal, fantástico. Pero para el mundo aún falta mucho: ¡casi todo! Este humilde articulista vaticinó el 2022: la locura del nuevo orden mundial o, a la contra, la justicia.
BALCÓN GLOBAL
Juan Carlos YAGO |
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